Trabajar cansa

Mi paraíso me ha quedado blanquísimo

"Los paraísos fiscales y el secreto bancario han terminado. Los progresos han sido espectaculares en este ámbito"  -Nicolas Sarkozy, presidente de Francia- 

                         

 Reformar el capitalismo es una tarea difícil, reconozcámoslo. Sobre todo cuando no tienes ganas de hacerlo. Y no parece que nuestros líderes mundiales, que llevan un año como cabras, de cumbre en cumbre, tengan demasiadas ganas de remangarse y hacer realidad las promesas de refundación del sistema.

Vean por ejemplo lo sucedido con los paraísos fiscales. ¿Cuántas veces hemos oído en el último año hablar del fin de estos zulos de las grandes fortunas? Y sin embargo, a la hora de la verdad, se ve que a los gobernantes les ha dado pena cerrarlos. Son unos sentimentales, compréndanlo. Tantos años conviviendo con los paraísos, que es una pena que desaparezcan. Así que, mejor que liquidarlos, les damos una manita de pintura y los blanqueamos.

De la anterior cumbre del G-20 salió el acuerdo de hacer una lista negra para aquellos territorios que facilitasen la evasión fiscal. Desde entonces, la mayoría de paraísos fiscales ha conseguido salir de la lista negra, y se han convertido en lugares respetables. Para ello la OCDE, que regula el asunto, se lo ha puesto fácil: el requisito es la firma de doce acuerdos de intercambio de información fiscal con otros tantos países.

Ya ven, sólo doce acuerdos. Bastaría con que los paraísos se repartiesen el planeta al elegir los países firmantes, para que no quedase en el mundo ningún defraudador sin un paraíso a su alcance. Pero es que encima un paraíso puede firmar un acuerdo de limpieza... ¡con otro paraíso! Mónaco, por ejemplo, ha incluido entre sus doce tratados a Andorra, Bahamas, Samoa o Saint Kitts. Ya ven, la mancha de un paraíso fiscal, con otro paraíso se quita. Si éste es el nuevo capitalismo prometido, apañados estamos.

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