Trabajar cansa

No es la nieve, es Madrid

"En una situación de emergencia como ésta no debemos echar a nadie la culpa de una inclemencia meteorológica" -Cristina Cifuentes, diputada del PP en la Asamblea de Madrid- 

                 

Me preguntaba por qué esa insistencia en llamar ola de frío, temporal o frente siberiano a lo que toda la vida ha sido invierno. Ahora ya lo sé: es la manera de esquivar responsabilidades ante el colapso que causa una nevada normalita, que etiquetada de siberiana parece capaz de cualquier cosa. 

Porque oigan, la nevada que ayer paralizó Madrid no fue precisamente siberiana. Unos centímetros de nieve en la madrugada, que en pocas horas se hizo barro bajo la lluvia. Y sin embargo, ya vieron: atascos kilométricos, trenes y vuelos suspendidos, y miles de trabajadores incapaces de llegar a sus puestos. 

¿Es que antes no nevaba? Claro que sí, y mucho más que lo de ayer. Y sin embargo, las hemerotecas muestran que entonces no se hablaba de caos. Por eso la nieve es un buen indicador de cómo hemos cambiado, del tipo de sociedad que construye el capitalismo avanzado: interconectada, tecnologizada, "global", pero al mismo tiempo vulnerable, llena de dependencias, una malla compleja tejida con hilos quebradizos, a merced de una nevada, un apagón o un atasco que lo paralizan todo. 

Y Madrid es el mejor (el peor) ejemplo de todo eso: una ciudad enorme, de crecimiento rápido y desordenado, desintegrada, donde los ciudadanos realizan desplazamientos larguísimos (interprovinciales a menudo) para ir a trabajar, con cada vez más kilómetros de autovías para las que no puede haber quitanieves suficientes, tan dispersa que el transporte público deja demasiadas zonas de sombra. 

Ayer fue una nevada, otros días es un accidente, unas obras, una manifestación, cualquier cosa que altera el precario equilibrio de una ciudad al límite, donde ya no hay hora punta pues todas lo son.

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