Trabajar cansa

Qué cosas tienen los niños

"Son unos resultados excelentes, los mejores de nuestra historia. Estamos en el podium de la banca mundial." -Emilio Botín, presidente del Santander- 

          

¿Se imaginan que por una vez, y sin que sirva de precedente, en vez de socializar pérdidas –como suele ocurrir-, socializáramos beneficios? ¿Qué destino podríamos dar a esos 9.000 millones de euros –billón y medio de pesetas- de beneficios de que ayer presumía el Santander? 

Tranquilos, no corran a llamarme populista ni simplón. La idea no es mía, sino de mi hija. Qué suerte que haya niños para echarles la culpa de los jarrones rotos, ¿verdad? Así que yo le asigno la ocurrencia a mi hija. A la pequeña, que tiene año y poco, porque la mayor, con cinco, no tiene ya edad para decir tonterías así. 

La niña pregunta que por qué el famoso paréntesis en el libre mercado siempre se abre acompañado de la ley del embudo. Es decir, por qué la ortodoxia puede aparcarse unos meses para que el Estado sostenga a los bancos y grandes empresas en dificultades, y no puede ser al revés: que sea un banco el que arrime el hombro cuando el Estado pasa apreturas. Fíjense que la niña ni siquiera propone nacionalizar la banca, que es inocente pero no tanto. Sólo sugiere que el banco entregue voluntariamente esos dinerillos que iba a repartir entre los accionistas, para hacer más llevadero el mal momento social. 

Yo por supuesto, como padre responsable que soy, me esfuerzo por quitarle esos pájaros de la cabeza, le explico que las cosas no funcionan así, que eso no se toca, y le dejo un ejemplar de Hayek para niños (con pop-ups). Pero ella insiste en su disparate, y dice que nosotros sí lo haríamos por él, nosotros sí echaremos un cable al banco si un día lo pasa mal, que por qué no hay reciprocidad. Ay, estos niños, menos mal que luego crecen y aprenden buenos modales, que si no...

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