Trabajar cansa

Qué ganas tengo de leer en 'e-book'

"Se ha dicho que 2008 sería el año del libro digital, y no lo fue. Luego el 2009, y no lo fue. Algún año tendremos que acertar." -Antonio María Ávila, director de la Federación de Editores- 

         

Pasó el Día del Libro, y me pregunto por qué somos tan antiguos y seguimos celebrándolo así. ¿Por qué no lo convertimos ya en el Día del Libro Electrónico? O mejor aún: el e-book Day. Sería lo justo, pues hace tiempo que el libro electrónico ocupa más espacio informativo que los libros que seguimos leyendo en papel. 

Es normal tanta atención: no hay más que ver el entusiasmo que despierta el invento en toda la comunidad libresca. Miren por ejemplo a los editores... Bueno, es verdad que no saltan de contentos, y más bien están pensándoselo mucho, y vigilando si hay piratas en la costa. Olviden a los editores; miren en cambio a los autores... Ah, es cierto, salvo unos cuantos fascinados el resto lo vemos venir con recelo y resignación. Vale, y qué me dicen de los lectores... Sí, es verdad, hasta ahora no han comprado masivamente el cacharro. Ya sé: los libreros, seguro que ellos sí... Ah, pues tampoco. 

¿Entonces? ¿Quién extiende ese entusiasmo por el e-book y hace que no se hable de otra cosa? Exacto: los fabricantes y los distribuidores de contenidos. Ellos tiran, y detrás vamos todos, algunos con curiosidad, otros con miedo o indiferencia, aunque finjan para no ser menos y hasta presuman de tener ya su propio libro a pilas. 

Siento decepcionarles, pero por más que lo intento, con toda mi buena voluntad, no consigo contagiarme de las ganas de leer en pantalla que les ha entrado a tantos. Ya sé, ya sé, no me cuenten otra vez las muchas ventajas y posibilidades del invento, que me las conozco, y son ciertas. Y acabaré comprando uno, o me lo regalarán, para qué negarlo. 

Pero hasta ahora, cada vez que he tenido uno en las manos, sólo se me ocurren preguntas de lector cavernícola: ¿qué ocurre si se moja o se me cae al suelo, como suele pasarme? ¿Tendré que cambiarlo con la misma frecuencia que el móvil? ¿Lo podrá mordisquear mi hija, como hace con los libros que ama? ¿Necesito almacenar 50.000 libros? Y sobre todo: ¿por qué voy a comprar un aparato para algo que se puede hacer sin él?

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