Trabajar cansa

¡Hurra! ¡Ha subido la Bolsa!

"Estoy satisfecha con la reacción de las Bolsas. Me alegra que el esfuerzo que hemos hecho durante la madrugada no haya sido en vano." -Christine Lagarde, ministra de Economía de Francia- 

                  

Nada más oír que la Bolsa había conseguido la mayor subida de su historia, salí a la calle a celebrarlo, equipado con el bombo, y con el bañador puesto por si nos metíamos en la fuente. Pero donde esperaba encontrar una fiesta espontánea, me topé con la más absoluta normalidad. ¿Es que mis vecinos no sabían el notición?

Corrí a mi sucursal bancaria, convencido de que allí correría el champán, puesto que la entidad era una de las grandes beneficiarias del subidón. Pero qué va: los clientes hacían cola para pagar recibos y actualizar la cartilla como si nada, y los empleados ni sonreían. Ya sé, me dije: en el bar de la esquina, donde tres días antes los parroquianos lamentaban la fuerte caída de la semana anterior, ahora habría barra libre. Pues tampoco.

Yo pensaba que, igual que tememos y lamentamos los derrumbes bursátiles, deberíamos desear y festejar las subidas históricas. Pues se ve que no. Así, todos tenemos memoria de los grandes desplomes: lunes negro, jueves negro, crack... En cambio, no nos acordamos de cuándo sube, ni de cuánto sube. Por ejemplo, todos sabemos que desde el inicio de la crisis la Bolsa española ha ido cuesta abajo. Pero ignoramos que en los cinco años anteriores el Ibex 35 había triplicado su valor.

La respuesta a por qué lloramos las caídas bursátiles y sin embargo no nos contagiamos de esa "euforia de los mercados" cuando sube, es evidente, no hace falta que me la chillen: porque el desplome lo pagamos todos, y del repunte se benefician unos pocos. Que sí, que ya sé que hay muchas familias con acciones, el pequeño capitalismo popular; pero no me digan que ésos son los que de verdad ganan con el sube y baja bursátil, que me da la risa.

Lo cierto es que cuando el "mercado" se hunde, nos hundimos todos con él. Pero cuando conquista cimas himaláyicas, nos quedamos en el valle, mirando y esperando a ver si bajan despacio o se despeñan de nuevo. Y no sólo pagamos sus caídas: también sus subidas, pues la de ayer fue cortesía del millonario plan europeo. De nada.

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