"No vamos a rendirnos a la crisis. Vamos a plantarle cara con los recursos de los que Madrid se ha dotado en estos años." -Alberto Ruiz Gallardón, alcalde de Madrid-
Vaya faena eso de que los ayuntamientos no puedan endeudarse. Yo que pensaba presentarme a alcalde, que me hacía ilusión, y ahora se me han quitado las ganas. Ya me fastidiaba haberme perdido los años dorados del ladrillazo. Y hasta me resignaba a no colocar una primera piedra de AVE o aeropuerto tras el recorte en infraestructuras. Pero si encima no voy a poder endeudar al municipio, ¿qué me queda? ¿Con qué cara me presento ante los vecinos si no puedo prometerles un gran túnel, un puente colgante o un evento mundial del que ser sede? ¿Con qué voy a ilusionarlos? ¿Con guarderías y equipamientos para los barrios? ¡Venga ya! Esas cosas también cuestan dinero, y no lucen tanto.
No son los ayuntamientos quienes han provocado esta crisis, es cierto. Pero muchos se pusieron espléndidos en los años felices, y hoy se ven con la caja vacía y rodeados de vecinos necesitados. Entonces había dinero, mucho dinero, pero las prioridades eran otras: no tanto mejorar la vida de los vecinos como "modernizar", "transformar", poner "guapa" la ciudad. No necesitan hacer memoria, basta dar una vuelta pues todo sigue ahí: edificios singulares (palacios de congresos, museos, puentes, todos de autor) cuyos altos presupuestos sumaban sobrecostes; estadios y pabellones para grandes eventos que como llegaron se fueron; tranvías, túneles, puentes, y por supuesto candidaturas a ser sede de todo lo que se pusiera a tiro.
Todo muy bonito, premiado y fotografiado, pero también infrautilizado, de mantenimiento carísimo, y sin relación entre lo gastado y el beneficio para los ciudadanos. En Madrid, ya lo he contado otras veces, tenemos M-30 subterránea, caja mágica, noches blancas y alfombras azules en la Gran Vía; pero mis vecinos tienen que llevar a sus hijos a la guardería a las siete de la mañana. Y quien dice Madrid dice otras ciudades, como Sevilla, donde van a comerse con patatas el Metropol Parasol.
Hubo dinero, pero las prioridades de gasto eran otras. Hoy que no hay dinero, nos tememos las prioridades de recorte.
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