Trabajar cansa

Si es una enfermedad, es muy contagiosa

"La justa pena para los culpables es excluirlos de toda posibilidad de acceso a los jóvenes. Debemos ayudar a estas personas y protegerlas de sí mismas." -Benedicto XVI, Papa de la Iglesia Católica-

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"El dolor era tan intenso que me impedía andar con normalidad. Tampoco me podía sentar. Tenía cuatro, cinco años, y me dolía la zona lumbar, pero no me creían. A un niño tan pequeño no le duele esa parte del cuerpo. Nunca lo conté. El capellán me dijo que mi padre me haría lo mismo si se lo decía."

Es sólo uno de los muchos testimonios de víctimas recogidos por la comisión que investigó en Bélgica los abusos sexuales en la Iglesia Católica contra niños durante décadas. En este caso, un niño al que violaba el capellán con frecuencia. Pero hay también masturbaciones, sexo oral, sado y hasta un director de colegio sospechoso de hacer ‘reconocimientos ginecológicos’ a sus alumnas. Todo muy snuff, pero no es una película, es todo cierto.

El Papa debió de leer el informe de la comisión, y ahora se dice horrorizado. Pero también es compasivo, y defiende que los pederastas son enfermos, y que hay que protegerlos, ayudarlos y curarlos. No aclara si se refiere a todo pederasta, o sólo a los violadores con sotana, y estaría bien que lo aclarase, no sea que estemos encarcelando a pobre gente que no merece más condena que mantenerse alejados de los niños. Sugiere el Papa que el mejor castigo para un violaniños es privarle de acceso a sus víctimas. Pero visto lo visto, en el seno de la Iglesia tampoco eran muy estrictos al aplicar esa pena, pues hubo mucha reincidencia.

Pocos crímenes me provocan tanta repugnancia como el abuso sobre los niños. Que los cometan religiosos abusando de la confianza, la respetabilidad o la posición de poder lo hace más repugnante. Si como dice Ratzinger se trata de una enfermedad que anula la voluntad, habría que concluir que es una enfermedad contagiosa, muy contagiosa. Algunos se infectan gravemente, y acaban enculando niños. Otros no llegan a tanto, pero también se contagian, aunque sea un contagio leve, el suficiente para ver igualmente anulada su voluntad a la hora de actuar contra los culpables. Tal vez así se entienda tanta permisividad con los pederastas.

Yo, por si acaso, seguiré sin acercarme a las iglesias, no sea que me peguen algo.

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