Trabajar cansa

Cuánto dolor cuesta la alegría de los mercados

"El parlamento griego ha estado a la altura, ahora es deber de todos los europeos mostrar solidaridad con los ciudadanos griegos." -Jerzy Buzek, presidente de la Eurocámara-

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Pocos días se ha visualizado la obscenidad de la crisis (y de las políticas anticrisis) como ayer. La aprobación por el parlamento griego del durísimo plan dejó en todas las portadas de periódicos y telediarios idénticas imágenes de lucha en las calles: rostros ensangrentados, gases asfixiantes, cargas policiales.

Pero los titulares que acompañaban esas mismas imágenes no hablaban de dolor, sangre o lucha, o lo hacían de forma secundaria. Por el contrario, los principales titulares eran de color de rosa. Les dejo unos cuantos que recorté ayer, y que deben ser leídos teniendo delante las imágenes de manifestantes apaleados y asfixiados: "los mercados celebran", "optimismo en los mercados", "la paz llega a los mercados", "los mercados respiran", "las bolsas celebran", "euforia en los mercados", "alegría en los mercados", "los mercados se relajan", y mis dos favoritos: "la banca europea celebra el sí de Grecia", y "el sí griego anima la fiesta bursátil".

Digo obscenidad, y me quedo corto. En eso, por lo visto, consiste la crisis: el sufrimiento y la lucha de los ciudadanos es la alegría, la paz y el optimismo de los mercados. Sí, suena demagógico, pero no soy yo el que he unido titulares e imágenes. Tampoco es culpa de los medios, que se limitan a describir.

Parece que la cosa funciona mediante vasos comunicantes: cuanto más crispados los ciudadanos, más relajados los mercados. Cuanto más furiosos los primeros, más felices los segundos. Cuanto más lamentan unos, más celebran otros. Y no es para menos: mientras para los ciudadanos se aprueban medidas brutales y se les condena a décadas de postración, el nuevo rescate garantiza a los mercados (a los bancos) seguir cobrando los enormes intereses, pues Grecia deberá emplear la mayor parte de lo recibido en seguir pagando, cada vez más.

Podríamos creer que los vasos comunicantes son de doble sentido: que la angustia de los mercados sería nuestra felicidad, que con su asfixia respiraríamos mejor. Pero qué va, no al menos hasta ahora: cuando los mercados lo pasan mal, nosotros peor.

 

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