Trabajar cansa

Un verano de cine para Camps

"Ni lo comparte este gobierno ni los valencianos que en las elecciones dieron su apoyo a un proyecto de Comunidad Valenciana." -Dolores Johnson, portavoz de la Generalitat Valenciana-

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Ayer, horas después de que hacerse público el auto de apertura de juicio, vi a Francisco Camps entrar en un videoclub y decidí seguirlo con discreción. Disimulé leyendo la carátula de un DVD, y así pude ver los títulos que el Honorable escogía de los estantes: Doce hombres sin piedad, Matar a un ruiseñor, Anatomía de un asesinato, Veredicto final, Algunos hombres buenos...

Ya ven, todos filmes clásicos de eso que los estadounidenses llaman ‘Courtroom drama’: el cine de juicios, esas películas con abogados de verbo hábil que deambulan por la sala mientras hablan y se dirigen directamente a los miembros del jurado, recurriendo a todo tipo de efectismos para ganarlos a su causa.

Imagino que Camps pasará las vacaciones viendo películas de juicios, libreta en mano. En otoño se enfrentará a un jurado popular formado por nueve ciudadanos, y confía en ablandar sus corazones con su habitual retórica llena de cursilería y pompa.

Camps debe de pensar, y no le falta razón, que si ha sido capaz de convencer a miles de valencianos que siguen votándole pese al olor a podrido (pues en Valencia hay mucho más que tres trajes), si ha revalidado su presidencia con sus continuas apelaciones a su honradez, inocencia y amor a la tierra, no se le resistirán esos nueve del jurado, entre los que además, por pura estadística, habrá unos cuantos votantes del PP.

Como esos abogados liantes de las pelis, Camps lleva dos años jurando que no hay caso, que todo quedará en nada, y sustituyendo unas excusas por otras: empezó asegurando que no tenía relación alguna con la trama, después juró que se pagaba sus trajes, luego que todo era un montaje, y hace unos días aceptaba que se los regalaron, pero no como presidente sino como dirigente del PP.

Imagino a Camps ensayando ante el espejo el momento en que diga a los miembros del jurado, uno a uno, tomándoles la mano: "mírenme a los ojos, ¿ustedes ven a un hombre capaz de venderse por tres trajes?" Qué pena que aquí los juicios no sean tan teatrales como en Estados Unidos, porque sería todo un espectáculo.

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