Trabajar cansa

Las guerras de la izquierda

 

No falla: en cuanto empieza una guerra donde intervienen Estados Unidos y sus aliados, una de las primeras bombas siempre cae en el mismo sitio: sobre la izquierda, que salta hecha añicos. Con la excepción de Irak, donde hubo unanimidad, en otros conflictos se han reproducido las mismas diferencias en el seno de la izquierda.

Y cuando digo izquierda no me refiero a esos gobernantes que se dicen de izquierda y luego son los primeros en acudir al toque de corneta, sino a la izquierda de tradición antiimperialista y pacifista. Ocurrió en Kosovo de forma clara, cuando todos criticaban a la OTAN y a Milosevic, pero unos ponían el acento en la OTAN y otros en Milosevic, lo que llevaba a conclusiones diferentes.

Y acaba de pasar en Libia, donde todos coincidíamos en rechazar a la OTAN y a Gadafi, y en desear la libertad de los libios. Pero la coincidencia era sólo aparente: mientras unos consideraban el bombardeo un mal menor comparado con la represión gadafista, otros encontrábamos inaceptable la intervención, por malo que fuese el dictador.

No sé si han seguido la polémica. En foros de Internet y medios alternativos, unos y otros han intercambiado artículos, que lejos de acercar posturas ahondan unas diferencias que, en algunos casos, no tienen tanto que ver con Libia sino con fracturas históricas, de ésas que atraviesan la izquierda desde hace décadas y que se reabren a la mínima. La grieta se ha extendido por Europa pero también América Latina, con posicionamientos de partidos, movimientos sociales, intelectuales e incluso gobiernos.

Yo, que desde aquí he rechazado la intervención, reconozco que tengo dudas, sobre todo cuando leo a personas tan coherentes, informadas y fuera de toda sospecha como Santiago Alba Rico, uno de nuestros mejores intelectuales, que ha escrito textos certeros a favor de los rebeldes libios, que han recibido respuestas contundentes, incluso airadas, desde la izquierda.

Ahora, cerrado ese capítulo, Siria va ocupando las páginas que deja Libia. Y no sé si hará falta que caiga una bomba para que se abran las primeras grietas.

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