Trabajar cansa

Puñaladas bajo la mesa

 

Tras las elecciones, los dos grandes partidos viven jornadas shakesperianas, luchas de poder donde se ventilan intrigas y enfrentamientos ya viejos, o se estrenan nuevas rivalidades de cara a la gestión de la victoria en un caso, y de la derrota en otro. Como los interesados suelen disimular, y sonríen a la foto mientras por debajo de la mesa se cruzan pellizcos, pisotones y hasta puñaladas, los ciudadanos no nos enteramos de mucho hasta que no vemos caer un cadáver por la ventana. Estos días ya hemos visto alguno, y lo esperable es que haya más, así que elijan un sillón cómodo y disfruten del espectáculo.

En el Partido Popular, pese a la victoria (o precisamente por ella), algunos han desenvainado la espada, y aunque sólo nos llega el ruido de los hierros, imaginamos que bajo la fachada de familia feliz por el resultado electoral hay tensiones. Y no sólo por estar bien colocados para salir en la foto del primer Consejo de Ministros.

El primer acto del drama se ha abierto en Madrid: Aguirre, a la que en el reparto siempre toca el papel de Lady Macbeth, ha arrojado por el balcón a su mano derecha en el partido, Francisco Granados, al que ya había defenestrado del gobierno. Por lo visto es su manera de eliminar posibles quintacolumnistas y empezar a cavar la trinchera por si en cualquier momento Rajoy, que ahora tiene poder para repartir y ganar lealtades, vuelve a cobrarse todo lo que le tiene guardado. Seguiremos atentos a la pantalla, que la cosa promete.

En cuanto al PSOE, lo suyo más que una tragedia se parece al juego de la silla. De aquí al Congreso sonará varias veces la música, y al pararse se habrá quedado de pie uno de los aspirantes a dirigir el partido, de modo que se esperan también codazos y empujones. Y no sólo en la lucha por la Secretaría General: en otros niveles también jugarán a la silla, pues la debacle electoral, primero en las autonómicas y municipales, y ahora en las generales, ha dejado muy poquitas sillas y mucha gente de pie.

Así al menos, entre tanto ajuste como nos espera, se nos hace más entretenida la crisis.

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