Ha sido una de las preguntas más repetidas en los días previos y posteriores a las elecciones: ¿dónde está el 15-M? En algunos casos se formulaba con una sonrisilla relamida, como saboreando una derrota que algunos llevan meses vaticinando, y que se confirmaría con su inacción en el 20-N. Para otros, la pregunta llevaba un deje de decepción, como quien espera la llegada de un superhéroe que en el último segundo frustre los planes del villano.
Que unos y otros se pregunten por el paradero del 15-M ya da la medida de lo que ha alcanzado: se ha convertido en un sujeto político a tener en cuenta, que unos ven como amenaza y otros como esperanza. Entre los primeros, hubo quien llevaba semanas advirtiendo de que se preparaba "otro ‘pásalo’ contra el PP, como en 2004".
Unos y otros no han entendido el cambio de estrategia de las asambleas del 15-M. Frente a quienes los quieren en la calle y en las portadas permanentemente (garantía para que terminase por desinflarse y se achicharrase bajo los focos), el núcleo del 15-M, que por supuesto es más reducido que los millones que en un momento puntual se suman, ha decidido un repliegue y una reorientación: ambos movimientos buscan la construcción de una base social que en los primeros momentos era amplia pero volátil, y que ahora es más reducida pero más sólida, y sobre todo más activa.
En las últimas semanas el 15-M no ha parado. No ha recibido tanta atención mediática (tampoco la ha buscado), pero no ha cesado la lucha contra desahucios (con cada vez más contundencia policial), la ocupación de edificios y las acciones locales, de barrio incluso. Además, desde el momento en que las asambleas han repolitizado a muchos ciudadanos, el 15-M ha dado fuerza y agilidad a movilizaciones en curso (como la educativa en Madrid). Y al mismo tiempo siguen activos grupos que ya existían antes del 15-M y confluyeron en éste: hoy hay una marcha desde los barrios y pueblos de Madrid hasta las Cortes, para recordar al nuevo Gobierno que, como se dijo al dejar Sol, volvimos a nuestros barrios, pero sabemos el camino de vuelta.
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