Trabajar cansa

Cuando el mejor es el menos malo

 

Oiga, usted. Sí, sí, usted, el delegado socialista que tiene la papeleta en la mano para la elección del nuevo secretario general. Deténgase unos segundos antes de meterla en la urna, y dígame: ¿es capaz de decirme tres cosas buenas del candidato al que ha decidido dar su voto?

No, no: le he pedido cosas buenas de su candidato, no cosas malas del otro. No vale que me diga, en caso de votar a Rubalcaba, que Chacón es un ‘Zapatero con falda’ o que su catalanismo la hace poco de fiar. Ni tampoco me cuente, si su elección es Chacón, que Rubalcaba no es capaz de generar ilusión porque está ya para el museo, ha agotado su vida útil y además arrastra imagen de perdedor.

Venga, que no es tan difícil: dígame tres cosas buenas, o dos, o una sola, de su candidato o candidata, sin que para ensalzarlo tenga que contrastarlo con su rival. ¿No le sale? No me extraña. La campaña de ambos, Rubalcaba y Chacón, se ha basado más en resaltar las debilidades del otro que en subrayar las fortalezas propias. Es verdad que Rubalcaba ha intentado transmitir veteranía y solidez, mientras que Chacón ha apostado la carta de la juventud y la frescura; pero el valor de ambos ha venido más por contraste con las flaquezas del rival, explotadas sobre todo por sus respectivos entornos, que hasta han echado mano al juego sucio.

La pregunta al delegado que sigue ahí parado, papeleta en mano, pensando algo positivo de su elección, podría formularse de otra forma, dirigida a todo el partido: con la que está cayendo en el país, el momento grave que vivimos, tras un derrumbe electoral histórico y después de una legislatura tan decepcionante como la última, ¿no tienen nada mejor que ofrecer? Acepto que Rubalcaba es un animal político de primera; y reconozco que una mujer, joven y catalana supone aire fresco en el anquilosado sistema bipartidista. Pero vista la vinculación de ambos al último gobierno, y sobre todo la falta de alternativas en sus respectivos discursos, insisto: ¿no había nadie mejor? ¿Deben hoy los delegados (y mañana los posibles votantes) conformarse con elegir al menos malo?

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