Trabajar cansa

Yo, como ustedes, soy rusófobo

     

 Por más que lo intento, no hay manera. Por mucho que me informo y leo análisis de expertos, no consigo dejar de ver a los rusos como los malos de la película. Sé que Georgia disparó primero, conozco los antecedentes del conflicto, las responsabilidades estadounidenses y los intereses en juego, pero nada: al final, aunque no quiera, acabo odiando a los rusos y compadeciendo a los georgianos.

La causa de mi actitud no es sólo la evidente ventaja mediática de los gobernantes georgianos, que han conseguido –CNN y agencias mediante- que sólo veamos el sufrimiento de sus habitantes bajo las bombas rusas, y nada de la destrucción causada por ellos mismos en Osetia del Sur. Mi problema, como el de la mayoría, es más profundo: me han educado para odiar a los rusos. Durante años. Décadas. Siglos. Antes de mí ya educaron en la rusofobia a mis padres y a mis abuelos. 

Los esquemas de la Guerra Fría todavía pesan, claro. Y el cine yanqui, donde los malos eran siempre los rusos, que tenían mandíbula cuadrada, frente ancha y hablaban arrastrando las erres. Pero ya mucho antes del comunismo existía en Europa un imaginario terrible en torno al "oso ruso", por el que los eslavos aparecían como un pueblo brutal, borracho y atrasado. En los últimos años no ha cambiado mucho la cosa: quienes pensaban que con la desaparición de la URSS disminuiría la rusofobia, iban listos. Todo lo que nos llega de allí desde entonces es negativo: mafias, miseria, corrupción, Chechenia, presidentes alcoholizados o formados en el KGB... Supongo que alguna vez los rusos, los ciudadanos y hasta ocasionalmente sus gobernantes, harán algo bueno, pero ¿alguien recuerda una sola noticia positiva de los últimos años?

 Por si todo eso fuera poco, los españoles tenemos el subconsciente alicatado con la demonización que el franquismo hizo de la Rusia comunista, atea y comeniños. Aún resuena aquel "Rusia es culpable" que nos acompañó durante décadas, haciendo sinécdoque de la parte, Rusia, por el todo, la URSS. Para nosotros, Stalin es ruso. Y sin embargo era georgiano.    

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