Traducción inversa

El cuarto de baño del emperador

Viena no defrauda: siempre tiene ese aire de viuda rica, aunque lleve encima alguna que otra operación de estética. Recuerdo agradablemente el Hotel Birg Cyrus, en Laxenburgerstrasse, un emporio de tolerancia y tranquilidad de espíritu. El conserje se retira a las diez de la noche, nos deja la llave y todos somos felices. Por la mañana hay que visitar Schönbrunn, el palacio de caza de los emperadores de Austria. Como las casas, en esta ciudad, no acostumbran a disponer de persianas en las ventanas, nos levantamos a una hora escandalosamente temprana. La vieja viuda nos espera, sin embargo, y lleva sus mejores galas.

  En Schönbrunn se conservan los apartamentos privados de Francisco José y Sisi. Los que tiene mi edad recordarán sin duda a Sisi por las películas de Romy Schneider. Esas películas eran las favoritas de nuestras hermanas, pero nosotros las veíamos con el rabillo del ojo, incapaces de comprender la delicia kitsch de todo aquello. Los apartamentos suscitan un interés delicado, vagamente enfermizo. Allí está, en efecto, la báscula donde la emperatriz medía sus humores a diarios, y la espartana cama de hierro donde murió Francisco José. Pero la joya de la corona, lo que me impresionó realmente, fue el orgullo del propio emperador: un cuarto de baño al estilo británico, con desagüe al exterior.

  Así es, amigos: no hace ni cien años, en toda Viena, tenías que ser el emperador para reclinar tus nalgas en privado en una taza de wáter y luego poder estirar de la cadena. Esto hemos ganado, un siglo más tarde: ahora todos somos los emperadores de nuestra propia casa. Nuestro palacio en Viena.

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