Traducción inversa

El silencio en Berlín

Hay en Berlín un lugar inimaginable en una gran ciudad –en una gran ciudad que no sea Berlín. Se trata de una habitación no muy grande, situada en uno de los templetes (el de la derecha, visto desde Unter den Linden) que flanquean la puerta de Brandeburgo. El visitante accede a su interior con curiosidad puesto que, no siendo una iglesia ni ningún lugar sagrado, lo único que se le reclama al penetrar allí es silencio. El visitante viene de recorrer lo que queda del muro que entre 1961 y 1989 dividió esta ciudad, o de adentrarse en el extraño bosque de paralelogramos que, a poca distancia de aquí, se levanta, desde el año 2005, en memoria de los judíos asesinados en Europa.

  El visitante lee "Silencio en la puerta de Brandeburgo",  abre la puerta, se acomoda y piensa. Ningún lugar mejor como Berlín para establecer un espacio para meditar en el dolor provocado en el pasado, pero también en los tiempos dichosos por venir. La cámara está desnuda. Su única decoración es un tapiz de Ritta Hager que representa la luz penetrando en la oscuridad. No se promociona ninguna religión ni ninguna ideología, pero se invita en diferentes idiomas (entre ellos, el catalán y el castellano) a promover la paz y la no violencia.

  El visitante reflexiona y saborea el silencio. A pocos metros de allí, en el exterior, continúa el bullicio ciudadano, ajeno a la tremenda experiencia histórica que ha atesorado esta ciudad. La paz le sumerge, por un momento, en un estadio más allá del tiempo y de la historia. Cuando sale de allí, ya no es solo un turista. La paz, sin sospecharlo, forma parte de él.

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