Traducción inversa

Meditación sobre el Sáhara

Los incidentes de los activistas españoles en El Aaiún distan mucho de haberse resuelto "satisfactoriamente". Los gobiernos español y marroquí han intentando echar tierra al asunto, pero en ese humus van a crecer algunas inconveniencias para la razón de Estado, como la anunciada flotilla de la libertad para el Sáhara. De todo el episodio, sin embargo, uno de los elementos más esperpénticos fueron las declaraciones del ministro de Comunicación marroquí. Según él, que un grupo de personas reclamaran in situ la independencia de la antigua colonia española ocupada por Marruecos ofendía "el sentimiento nacional" de este último país.

Hemos llegado, sí, a este nivel de absurdo. Resulta que Marruecos ocupa ilegalmente un territorio que no le pertenece, aprovechando la debilidad del franquismo agónico. Una vez instalado allí, se burla de las resoluciones de la ONU y de todo quisque, impone un régimen feroz contra los propios saharauis y luego, cuando alguien se lo recuerda, se siente dolido en su "sentimiento nacional". ¡Manda huevos!

Habrá que explicar que el nacionalismo, en origen, es un factor de cohesión colectiva, semejante a lo que, en un individuo, viene a ser la autoestima. Pero la autoestima también puede desbordarse en exceso, o resultar dañina. En manos de un estado poderoso, con su ejército y su policía –¡y qué ejército, y qué policía!-, se convierte en un arma letal.

El Sáhara no es marroquí por mandato de Alá. Lo es más bien por el de Alí Babá. Que se envuelvan bien en su bandera, si quieren. Pero, ¿puede la comunidad democrática internacional permanecer eternamente impasible?

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