Traducción inversa

Camps y la sastrería de la libertad

   El pasado día 12 el Congreso de los diputados aprobó una curiosa enmienda. Con el voto en contra del PP, el resto de partidos solicitó al Gobierno que no se impida la recepción de televisiones entre autonomías que comparten "un mismo sistema lingüístico" (es decir, en román paladino, una misma lengua). El acuerdo viene a propósito de las intenciones de Francisco Camps, presidente de la Generalitat Valenciana, de impedir la recepción en  Valencia de la Televisión de Cataluña. Es interesante aclarar que TV3 está presente en los hogares valencianos desde hace veinte años, cuando una iniciativa popular sufragó el sistema de repetidores que lo propicia. Las urgencias de Camps vienen dadas, ahora, por el goloso reparto de la tarta digital: al bueno de Paquito le ha faltado tiempo para repartirla entre sus amigotes (entre ellos, por cierto, alguno también investigado por Garzón), pero no es suficiente.

  No sé a ustedes, pero a mí todo eso me parece un poco surrealista. ¿Quién demonios se cree ese tal Camps para decirme qué canal puedo ver en mi televisor? ¿Cuál será el siguiente paso? ¿Acotarme los diarios que pueda leer, intervenir en el dial radiofónico, quemar libros?

  ¿Se imaginan ustedes que el gobierno de Euskadi impidiera la recepción de Antena 3 aduciendo que su línea editorial es demasiado españolista? ¿O que el de Canarias vetara la señal de TVE porque sus locutores no utilizan las variedades lingüísticas propias del archipiélago? Sería sin duda un escándalo general. Me gustaría escuchar a algunos tertulianos de colon irritable y leer a ciertos columnistas de moral extraviada en el caso de que esta misma operación estuviera patrocinada, mutatis mutandis, por Hugo Chávez. Sin embargo, si lo hace Camps y es contra Cataluña todo vale.

   Sin duda con esta medida se busca halagar, en los sectores populares,  los bajos instintos del anticatalanismo (ese trasunto de antisemitismo genuinamente español),  que los entretiene como a un perro se le reduce dándole a roer un hueso insípido.

   Lo que le molesta a Camps de TV3 es la lección que le da cada día de cómo se puede hacer televisión en catalán desde la honestidad deontológica, la calidad en los contenidos y el respeto al pluralismo ideológico. Es decir, todos aquellos valores que están clamorosamente ausentes de Canal 9. En este contexto, lo de los 30.000 euros en trajes me parece verdaderamente peccata minuta. Y disculpen la brutalidad de la ironía.

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