La trama mediática

Fuego, sí, pero no amigo

La palanca de la bota malaya gira un cuarto de vuelta. Aunque la portada de El País venía ayer limpia de esquirlas antizapateriles, el editorial contenía la correspondiente dosis de recuerdo del fuego ya definitivamente enemigo. "Todos a una" era el título de una pieza resentida con los socialistas que perdieron la oportunidad para colgar de los pulgares a su secretario general en el último Comité Federal. "Prefirieron hacer un alarde de unidad en torno al líder que una reflexión sobre las causas", dice el editorialista, antes de hacerse el sueco respecto al recado que dejó el presidente del Gobierno a sus hostigadores: "Zapatero se presentó como un paladín frente a unos imprecisos 'poderosos'..." ¿Imprecisos? Pues todo el mundo leyó "Prisa" en los labios del leonés.

Más paisista que El País, Enrique Gil Calvo entraba en la melé con lenguaje prestado de la legión que acosa por el frente derecho: "Un veleidoso promiscuo de geometría variable que no practica el bipartidismo por consenso, como pretende Obama, sino la bigamia más versátil y voluble", definía al presidente. Una líneas más abajo escribía: "Es un peculiar ejercicio del divide y vencerás, que Zapatero aplica preferentemente a sus aliados antes que a sus adversarios. Así acaba de hacerlo también con el principal grupo de prensa español (al que pertenece este periódico), al que no ha dudado en penalizar para ganarse a cambio otro pírrico apoyo". Prisa, retratado por uno de sus pintores de cámara como aliado -ahora ex- del Gobierno. ¡Toma confesión!

La defensora de los lectores, incómoda

Y aquí va otra, la de Milagros Pérez Oliva, Defensora de los lectores de El País, que estos días ha tenido a la clientela de uñas por el viraje de su periódico, visble en el doble editorial de la semana pasada: "Este editorial ha causado inquietud en algunos lectores y claro enfado en otros", reconocía el domingo, y aún añadía que sus comunicantes "se consideran traicionados".

Ante tal incendio en la parroquia, la defensora cedía su puesto al director del diario. Javier Moreno, claro, negaba la mayor. Luego, la ombudswoman se cruzaba de acera para representar los intereses del patrón y, de propina, socializar el déficit de crédito de su medio con todo el gremio: "Cuando la sospecha se instaura en el ecosistema mediático, no sólo afecta a la credibilidad del medio que está bajo escrutinio, sino a la del periodismo en general". O sea, los problemas de El País son los del país. Venga ya.

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