La trama mediática

Café, pastas y oraciones

No sin razón, las plumas diestras andan con el bullarengue descoyuntado de la risa imaginando al presidente del Gobierno postrado de hinojos mientras echa mantequilla y mermelada a las hostias -obleas, digo- a la plancha que seguramente servirán en el desayuno de oración yanki al que ha sido invitado. Pero por si fuera verdad que los milagros existen, la siempre práctica Cristina López Schlichting se ha apuntado voluntaria a darle una catequesis exprés desde Cope al inquilino de Moncloa y le ha hecho la lista de fetiches que le harán quedar, literalmente, como Dios en el pío ágape: "Primero la Biblia, José Luis, que es la historia de la salvación. El Antiguo Testamento es leído por judíos, cristianos e incluso musulmanes, quedarás bien si la citas. Después, el martirologio, con la lista de quienes murieron por defender la cruz. Puede hacer olvidar al auditorio que intentas eliminar los crucifijos en España. Si llevas una crucecita al cuello, también ayuda". De esta, a la vuelta pide el ingreso en los Legionarios de Cristo.

 

Zapatero no es el buen samaritano

 

Claro que no todo el mundo confía en la conversión del leonés. Ese curilla preconciliar sin sotana llamado Juan Manuel De Prada la da por imposible porque el presidente no tiene lo que hay que tener, que no es lo que están pensando: "Zapatero se comporta como el levita de la parábola del buen samaritano, que pasa de largo ante el viajero herido, presuroso por llegar a Jerusalén, donde tal vez tuviese que endilgar un discurso filantrópico en el que quedase patente su inmenso amor a la Humanidad. Claro que para comportarse como el buen samaritano, es decir, para amar a las personas en concreto, hace falta la ayuda de Dios, pues no hay fraternidad posible sin el previo reconocimiento de una paternidad común". Amén.

Aplíquense el cuento, panda de descreídos, y vénganse al lado de los que han visto la luz, como el propio De Prada o, más recientemente, Ángela Vallvey. Después de echar cuentas sobre lo que se cotiza en la actual Opinalandia, la escritora se ha sacado el título de pontificadora y lleva un tiempito ejerciendo como martillo de herejes en La Razón. Aquí tienen parte de su penúltima filípica: "El anticlericalismo esconde, tras su afán de modernidad bactericida metafóricamente lincha-curas, una formidable dosis de intransigencia, exaltación y fanatismo (curiosamente, lo mismo de lo que se acusa al clero católico)". Dense todos por condenados.

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