La trama mediática

La División Azul, ¡presente!

No ganamos para sustos con las terceras de ABC. Si hace unas semanas tronaba desde la rancia tribuna el fósil del franquismo José Utrera Molina, ayer se nos aparecía en ella el espectro del general Muñoz Grandes, comandante de la División Azul, encarnado por su propio hijo. De nombre idéntico al de su progenitor, traía el también milico un aviso a navegantes para que dejemos de enredar en su gloriosa cruzada: "Creo que gran parte de la familia militar a la que pertenezco, junto con otros muchos españoles, se siente inquieta al sucederse hechos que, apoyados en disposiciones legales que parecen ignorar valores, sentimientos y arraigadas tradiciones, permiten interpretaciones sesgadas de la historia que reavivan pasiones ya enterradas". Pues sí, mi teniente general en la reserva, las cunetas siguen a reventar de eso que usted llama pasiones.

La pieza de advertencia se titulaba "Inquietudes". Tradúzcanlo por "A ver si a los de uniforme se nos hinchan las narices y vamos a tener un lío". ¿Y qué tendríamos que hacer para que los sables se estén quietos? Lo que imaginan: honrar a los héroes de los cuarenta años de paz y prosperidad: "La obsesión por criminalizar una etapa de nuestra Historia, que no se borra por mucho que se supriman nombres, signos y escudos, se derriben estatuas o se dificulte la entrada en alguna basílica o museo, está reabriendo heridas ya cicatrizadas". Criminalizar un régimen criminal, ¡hay que jorobarse!

Aznar junior, gurú de la Bolsa

Eso lo firmaba un hijo de ilustre, que es algo que se lleva mucho, por lo visto. Ya les traje acá unas letras juntadas por el vástago de Jiménez Losantos y hoy les vengo con otras engarzadas en un artículo de La Razón por alguien llamado José María Aznar Botella. Va para Nobel de Economía el descendiente de Dedoman: "Los mercados viven momentos de grandes paradojas", era la frase más brillante de su redacción.

Tal vez estén pensando que si no hubiera tenido ese nombre y esos apellidos jamás se lo habrían publicado. No crean. En La Razón le dan credenciales de economista a cualquiera que sepa barrer hacia el lado correcto. La prueba es José María Marco, que tiene el desparpajo de culpar de la crisis a quienes la sufren: "Se ha acabado una forma de vivir y de (no) trabajar, un modelo de redistribución, un ideal socialista. El año 1989 simbolizó el final del comunismo. Esta crisis significa el final del socialismo heredero de la socialdemocracia".

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