La trama mediática

Con y contra 'la roja'

Una vez más, las dos manos derechas de Cope se ignoran, como en el principio bíblico. Patriótico, el programa de la tarde pide a su grey que escoja el mejor deportista español de la actualidad, mientras la calesera Cristina López Schlichting echa pestes del opio del pueblo. Y peor si es opio colorado: "La llaman, en román paladino, la roja, que es nombre que recuerda estupendos resabios marxistas que favorecen enormemente además al Gobierno".

En la mañana episcopal, ídem de lienzo. Al ya defenestrado Nacho Villa se le pone a punto de nieve el sentimiento rojigualda: "Ya nos gustaría ver a Zapatero y Carmen Chacón tan emocionados como Rafa Nadal viendo la bandera de España y escuchando el himno nacional". Sólo un segundo antes, le había hecho la ola a su secuaz herciano Juan Manuel De Prada, que considera propio de plebeyos envolver en la bandera los éxitos deportivos: "Una suerte de patriotismo degenerado sustituye al amor leal a la Patria por un amor enardecido e idólatra que nos impide reparar en las calamidades que la afligen". ¿En qué quedamos?

Tertsch, Dragó, Ussía

Déjenlo en tablas y háganse a un lado, que llega Hermann Tertsch desde ABC con otro de sus accesos de manía persecutoria: "Aquí ninguno de los personajillos mediáticos de la izquierda sectaria necesita escolta porque saben que nadie de lo que califican ellos de la España fascista les va a tocar un pelo. La llamada España fascista son todos los españoles que no aplauden a Pepiño Blanco, que no sorben los vientos del pelo de Leire Pajín y no estudian con fruición los textos de Bibiana Aído. Es decir, nosotros los fachas". Terminará convenciéndonos de que el pájaro nocherniego que le atizó en Chueca por un quítame allá esos tragos era un agente de la Komintern.

Y ahora, un poco de ricino doctrinal, de la pluma trucada de Fernando Sánchez Dragó, que ayer nos endilgó en El Mundo, como si fueran suyos, dos docenas de pensamientos del colombiano Nicolás Gómez Dávila. Vean de qué cariz: "Todo individuo con ideales es un asesino potencial. El socialismo es la filosofía de la culpabilidad ajena".

¿Cómo se puede llegar a escribir ese tipo de cosas? Desde La Razón, Alfonso Ussía confiesa sin asomo de rubor: "En todos los jardines de San Sebastián hay tamarindos, y en alguna ocasión, volviendo de madrugada de alguna fiesta, he tenido el placer de abrazarme y hablar con algunos de ellos". Luego se transcribe la conversación y se firma.

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