Un paso al frente

Pregúntales por los soldados abandonados (Ana Pastor)

Sé que los soldados no importan a nadie o a casi nadie, no si están vivos al menos. He visto una y otra vez los pomposos reportajes que les dedica la televisión, las sentidas tertulias en las radios o las lacrimógenos textos escritos, pero siempre con los cadáveres aún calientes.

Han muerto de todas las formas posibles y fueron noticia por ello, un entretenimiento más, como el tiempo o los deportes. Cayeron sus aviones o helicópteros, casi siempre por negligencias e incompetencia de sus superiores, y fueron noticia, explotaron sus minas por estar en mal estado y fueron noticia, recibieron fuego enemigo y solo muertos fueron noticia. Muchas veces recibieron más atenciones fallecidos que vivos, muchas veces sintieron que les hubiera ido mejor morir que quedar tullido, mejor haber sido el compañero que fallecía que el superviviente.

Vieron morir a muchas personas: ancianos, mujeres, niños, hombres, compañeros. Las guerras, aunque la Espe no tenga ni puñetera idea de lo que son ni de cuando empiezan y cuando acaban, tienen esas cosas. También mataron personas y sintieron el dolor provocado, olieron la carne quemada, tocaron los cuerpos inertes, como vacíos, y vieron pedazos de personas, no personas, pedazos de ellas. En muchas ocasiones de compañeros suyos y en otras de los enemigos y en otras de los que no eran ni una cosa ni otra pero estaban allí, como ellos. Vivieron la miseria, la pobreza y la destrucción que los demás solo vemos en las películas o leemos en los libros, y algunos ni eso, algunos solo en los videojuegos.

Pasaron meses fuera de casa y, muchos, al volver ya no tenían familia. La milicia también tiene estas cosas. Muchas misiones, muchas guardias, muchas continuadas, muchas noches en el campo, muchos cumpleaños y muchas navidades uniformado, mucha comida en malas condiciones, muchas órdenes despóticas y pocos derechos y menos conciliación familiar. Muchos divorcios, vidas truncadas, hijos que no reconocen a sus padres. Esa también es la milicia, y la guerra.

Este verano, uno de ellos, de los que estuvo en la guerra, se ahorcó. Así de sencillo. Con mujer e hijos. Rodeo su cuello con una cuerda y dejó caer su peso retorciéndose de agonía y desesperación y, finalmente, cuando ya no podía luchar más, murió. No era el primero, ni el último. Otros usaron pastillas, otros se lanzaron al vacío... Hacía más de diez años que había estado en la guerra pero no pudo más, no pudo ni trabajar, ni vivir, ni ser padre, ni ser marido, ni tan siquiera caminar. No pudo ser ni hacer nada. La guerra también se lo llevó pero sin duelos, sin cámaras, sin fotógrafos, sin altos mandos ni reyes repartiendo abrazos para mejorar su imagen en las encuestas o ganar votos, sin nada. Ni siquiera gozó, como muchos otros compañeros, de esa miserable hipocresía. Solo el vacío de todos y el recuerdo de sus compañeros, y de muchos ni eso, porque los que quedaron le apreciaban, pero mejor olvidar cuando la muerte acecha y el siguiente puedes ser tú.

Yo soy el primero que he criticado con dureza a las Fuerzas Armadas y todo cuanto en ella he entendido que no funcionaba (y lo seguiré haciendo), y lo he hecho de forma incondicional, apostándolo todo y perdiendo. Recuerdo cuando le conté todo lo que sabía a un periodista de uno de los dos grandes medios escritos de difusión nacional, de esos que son ejemplo de periodismo moderno y como me dijo que volviese cuando me hubiesen arrestado, que si no había algo llamativo no era noticia, que poco funcionase en las Fuerzas Armadas no era para tanto. Igual que un soldado no es noticia si no le acompaña la muerte y el uniforme, porque tienen que ser ambos. Entonces comprendí que tenía que ser carnaza, que para que la historia se contase tendría que pasar por el encierro, por la huelga de hambre, por el despido, por las calumnias y por todo, por ser payaso de circo, porque se contase mi derrota o por ser escupido o insultado. Hace no mucho un periodista propuso hacerme un reportaje en la oficina del desempleo o en un despacho pidiendo trabajo, cuando muchos medios no informan sobre lo que denuncié o cancelan entrevistas o reportajes. Querían otra vez el circo a cambio de contar la historia, la historia que no es mía, que es de todos, a cambio de la mía propia, la que sí es mía, la payasada en la que vivo. La derrota.

Bien, pues si en el próximo 7D haces la pregunta todo habrá tenido un sentido y habrá valido la pena. A veces, un proyecto vital pasa por momentos críticos y este es uno de ellos. Lo cierto es que una vez he conocido los medios de comunicación no he dudado en decir lo que pienso, y lo que pienso es que existe muy poca independencia y el que es independiente termina siendo despedido, por normal general. Lo que pienso es que existen muchos asalariados cuyo código ético es el mismo que el de la cúpula militar: la nómina a fin de mes. Pero hay algunas excepciones, algunos periodistas que pueden permitirse el lujo de desafiar al poder y plantarle cara (y seguir cobrando), algunos no tienen que elegir entre ética y comer a fin de mes. Tú eres una de ellos y por eso te admiro.

No te pido que preguntes por mí, ni mucho menos. No lo haría porque esto nunca tuvo que ver conmigo, ni fue importante. Lo que te pido es que preguntes por ellos, por los soldados, por los que solo son noticia cuando mueren y les hacen esos fantásticos entierros llenos de banderas, por los que se suicidan en la oscuridad de la demencia y la depresión. No te pido que preguntes por la justicia militar, ni por los derechos de los militares, ni por la libertad de expresión, ni por lo injusto que es el sistema. Ni tan siquiera pido tanto. Te ruego que preguntes por algo mucho más humano, te pido que preguntes a los cuatro partidos políticos si van a seguir manteniendo los contratos laborales que permiten abandonar a nuestros militares al cumplir los 45 años de edad y si van a terminar con la precariedad laboral en las Fuerzas Armadas.

Esa es la pregunta, la gran pregunta. En este año y medio he visto a exmilitares mendigando, desempleados en circunstancias pésimas, en tratamiento psicológico, en condiciones de abandono. Algunos han llorado junto a mí sumidos en la profunda desesperación de saber que con 45 años no serán capaces de encontrar otro trabajo y menos en unas condiciones físicas y/o mentales bastante precarias en las que han quedado después de (hasta) 27 años de servicio. A otros muchos no les he podido atender porque llega un momento en el que para mí es imposible tener tiempo para todos o responder todos los mensajes. Algunos me han llamado al borde del suicidio, desesperados. Es inimaginable el nudo la garganta que se forma cuando alguien te dice que quiere morir, que desea terminar con su vida.

Muchos, sobre todo los oficiales, piensan que se lo merecen, que deberían haber estudiado más o que ya sabían lo que había, yo no. Yo sé que los hay buenos y no tan buenos, listos y no tan listos, altos y no tan altos, pero todos cumplieron, todos fueron donde les mandaron, todos obedecieron y todos lo merecen. Seguramente fueron a guerras a las que no tendrían que haber ido, representaron intereses que no tendrían que haber representado o hicieron cosas que no te tendrían que haber hecho. Pero fueron, cumplieron la orden.

Más de setenta mil militares de tropa (personas) y sus familias lo merecen, merecen ser defendidos. Son los mismos que te rescatarían si te perdieses en la montaña, los que te arroparían con una manta si quedases atrapada en la nieve o los que te salvarían si una riada se llevase todo cuanto te rodea. Son los mismos que hace poco se cayeron al mar en un helicóptero de salvamento que no cumplía con lo mínimo indispensable en mantenimiento, los mismos. Ellos no lo dudarían, lo harían, arriesgarían su vida por ti. Cumplirían la orden.

El 7D, tú puedes cambiar su destino con una simple pregunta, puedes arroparles en la soledad que ahora sienten, en el abandono que sufren.

Puedes hacer justicia. Pregúntales Ana, pregúntales: ¿Piensan terminar con la precariedad laboral de los militares de tropa?

 

PD: Si les preguntas por los 40.000 millones de euros en armamento "que no se necesita, que se compró para escenarios que no se van a producir y que no se podía pagar ni antes ni ahora" (Constantino Méndez, Secretario de Estado para la Defensa, 2011) romperías con un tabú histórico. Ni Jordi Évole preguntó a Albert Rivera o Pablo Iglesias por el tabú de la Defensa, por lo que sucede y hay que arreglar. Quizás estoy pidiendo demasiado pero me parece increíble que un problema de, repito, 40.000 millones de euros no sea una pregunta obligatoria para todos los candidatos a la presidencia en todas las tertulias y en todos los programas. Entre ese armamento hay un avión que no vuela (A400M, en el que fallecieron a varias personas este mismo año)un submarino que no flota (S-80), un carro de combate que estuvo años sin disparar (Pizarro) y otro carro de combate (Leopard) que el día que consigamos que el avión vuele (el mencionado A400M) nos seguirá sirviendo para lo mismo: ¡Para nada! (porque el avión de trasporte A400M transporta 40 toneladas de peso y el Leopard pesa 63 toneladas, total tenemos un carro, mejor dicho 240, a 11 millones de euro cada uno, para los desfiles). Por soñar que no quede...

 

Luis Gonzalo Segura es exteniente del Ejército de Tierra y autor de las novelas "Código rojo" (2015) y "Un paso al frente" (2014).

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Próximas presentaciones:

Valdemoro (Madrid). Lunes 30 de noviembre de 2015 en el Salón de Actos Centro Asociaciones Pedro Zerolo (C/ Río Manzanares, 4) a las 18:00 horas.

"Código rojo le echa huevos al asunto y no deja títere con cabeza. Se arriesga, proclamando la verdad a los cuatro vientos, haciendo que prevalezca, por una vez, algo tan denostado hoy en día como la libertad de expresión" ("A golpe de letra" por Sergio Sancor). ¡Consíguela aquí firmada y dedicada!

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