Verdad Justicia Reparación

Elogio del chisme

Por Antonio Pérez, miembro de La Comuna

Cuando un país se enzarza en dos polémicas de muy distintas características y aparentemente ajenas la una de la otra, el observador debe atender a una primera hipótesis de trabajo: que ambas están más próximas de lo que nos predican los medios de tergiversación. Es lo que está sucediendo en España y en Catalunya con las (supuestas) Amenazas letales del Gobierno central contra el Procés y, en el otro extremo, con la discusión sobre el origen histórico del Black Friday (BF).

En el primer caso, el Gobierno simula estar escandalizado con la acusación de los catalanes indepes y, en el segundo, gobierno y oposición no se han escandalizado porque les importa un bledo. Sin embargo, en ambos temas el Gobierno y los media han optado por la credulidad absoluta sin mancha de duda alguna -es decir, por creerse a sí mismos.

Sobre las Amenazas se exigen pruebas materiales de su existencia mientras que, sobre el BF, nadie se ha molestado en buscar esa misma clase de pruebas en los legajos históricos -o, por lo menos, en Wikipedia. Además, las Amenazas están consideradas como un tema crucial pero el origen del BF no le interesa a nadie. Quizá por ello, los media se regodean en el primer tema al mismo tiempo que ignoran el segundo.

Por mor de la exagerada credulidad, Amenazas y BF son dos tópicos separados por lo mismo que los une: el chisme. Mientras no aparezcan evidencias aplastantes, será un chisme que el Gobierno amenazara a los indepes y será otro chisme que el BF realmente se originara en las ventas de esclavos que seguían al día de Acción de Gracias y no, según se empeñan en predicar los media, en una vulgar especulación financiera.

Para avanzar en la Rumorología de estos ejemplos es necesario analizar la carga peyorativa que acarrea el chisme. El rumor es cuasi sinónimo de falsedad vertida por cobardes anónimos o por irresponsables lo cual es cierto pero sólo entre los desheredados, no cuando el rumor es difundido por los poderosos. Entre el vulgo, puede ser inocente pero nunca lo es en el segundo por lo cual lo primero que debemos hacer es separar nítidamente el chisme doméstico del chisme oficial.

Con enorme diferencia, el Poder es el mayor productor de chismes. El 90 % de la verborrea ministerial es puro ruido, es un prometer que se desvanece en el tiempo y, peor aún, es patraña acusatoria o profecía que se cumple a sí misma porque, antes de su difusión, el Poder ya tenía prefabricadas las pruebas condenatorias y sólo esperaba el momento propicio para vomitarlas. Por ejemplo, la inicua tortura que sufren los jóvenes de Altsasu ha sido posible por la conjunción de una jueza anhelante por reprimir y por la obsesión de unos paramilitares -la Guardia Civil- en que reprimiera.

Ahora bien, el Poder es un modelo y, como tal, es imposible encontrarlo puro en la realidad. En la real calle, lo que encontramos son distintos grados de Poder, sea el poder de una institución o persona –siempre aspirante a omnímodo-, sea el micro-poder de los rebeldes. Las Amenazas denunciadas por los indepes surgen de un poder pequeñito y su negación surge de un poder mucho mayor, el del Gobierno central. Por lo tanto, mutatis mutandis, el chisme indepe es un chisme semi-doméstico mientras que la negación del Gobierno es un chisme oficial.

Con retorcimiento absoluto del orden de los hechos, el Gobierno aduce que las Amenazas no existieron porque no tiene auto-constancia escrita de ellas. Vale, nadie se denuncia a sí mismo. Pero tampoco existía ninguna orden firmada por el Señor X para que los GAL secuestraran, torturaran y asesinaran a unos cuantos vascos. ¡Faltaría más! La guerra sucia se distingue de la guerra oficial en que no comienza con una Declaración formal ni con papel alguno. Igual ha sucedido contra los indepes: supongamos que el Gobierno ha deslizado que habría muertos si se llegaba a la DUI pero –seguimos suponiendo- de hacerlo es seguro que lo habría siseado a través de terceros y, obviamente, sin firma alguna. Si hemos de creerle –más suposiciones-, las quejas de los amenazados, carentes de evidencias, caen en el cajón de los rumores.

Contra esta cadena de suposiciones sólo se opone el sentido común; es decir, la lógica del vulgo soberano, radicalmente opuesta a que se apropie de esa expresión el Chismoso Mayor del Reyno –ahora no recuerdo si es el Rey o Rajoy. Todos sabíamos no sólo que el Gobierno emplearía esa fuerza bruta que estuvo a punto de causar muertos durante la represión armada de las votaciones del 1º octubre sino que, además, sabíamos y temíamos que podría haber atentados de falsa bandera. Ante una hipotética independencia de Catalunya, ¿qué otro proceder se podía esperar de los neofranquistas sino una guerra sucia y/o de baja intensidad? Los actuales herederos del franquismo saben que están en el Gobierno y en Catalunya gracias a las armas de sus abuelos y no dudan ni dudarán en recurrir a ellas si peligran sus cortijos.

¿Alguien es tan majadero como para dejarse las pestañas buscando un dossier gubernamental, un audio, un video, en el que se planee la violencia extrema y/o el terrorismo de falsa bandera, yihadista, indepe u otra?, ¿para qué creen que están los confidentes, los arrimados a las comisarías, los espías y la Ley Mordaza sino es para atentar y para censurar toda filtración que les perjudique? Por otra parte, ¿por qué discutimos esto cuando los plumillas orgánicos han exigido durante meses que se usara toda la fuerza del Estado?, ¿ya se nos ha olvidado que hasta doña Finiquitos y, en especial, ese dragón de Komodo con peineta que es Alfonso Guerra exigían literalmente que los tanques invadieran la Diagonal?

Los indepes no podrán demostrar que sufrieron Amenazas... salvo que se hayan reunido con los prebostes enemigos bien provistos de mini-cámaras grabadoras –prudente salvaguarda recomendada para tales encontronazos. Amparado en la experiencia histórica reciente y razonando desde la evidencia de que el chisme oficial es pernicioso, contesta el sentido común: "no tendré pruebas astronómicas pero ¡eppur si muove!".

El origen del Black Friday

La misma cadena de argumentos podría usarse para dirimir la polémica sobre el origen del BF. Los (enormes) poderes interesados en estimular esa psicosis colectiva, son los primeros en insultar a quienes defiendan que el BF comenzó cuando los gringos, manirrotos en el jueves Thanksgiving, al día siguiente acudían a aquellas rebajas de esclavos que hoy, con mayor propiedad histórica, deberíamos llamar ‘el viernes de los niggers’. Naturalmente, Amazon & Co. niegan que esa invasión cultural gringa tenga un origen tan políticamente incorrecto.

¿Cómo podríamos demostrar que el BF proviene de aquellas subastas? Fácil, recurriendo al mismo sentido común antes mencionado. Véase: había derroche previo, había esclavos y había remates de negros más o menos regularmente periódicos. ¿Por qué no habría un día especial como el BF?, ¿por qué no habría una feria idónea para presumir de nuevos esclavos en la cena de Navidad?

Para rebatir la acusación de chismoso, un poco más arduo sería huronear en la prensa local y en la literatura de aquellos finales del siglo XIX, probablemente las únicas fuentes que narrarían las susodichas pujas. No tengo tiempo para zambullirme en esos afanes pero seguro que alguien las ha investigado. Incluso es posible que algún sesudo libro de Historia las haya recogido. Sea como fuere, el Poder censurará –ay, el insensato algoritmo de Google- toda tesis contraria para, inmediatamente después, sustituirla por abundantes narrativas que ‘demostrarían con pelos y señales’ que el BF comenzó en tal ciudad y en tal Bolsa. Una vez ‘demostrada’ la Verdad Sagrada por vía de la erudición internética, sólo falta calificar como rumor o bulo toda tesis rebelde –precisamente, la fase en la que hoy nos encontramos.

Pues bien, en los casos de las Amenazas de Madrid y del origen esclavista del BF, bendito sea el Gran Chisme Popular. No podremos demostrarlo porque para ello tendríamos que caer cual empollones en las eruditescas provocaciones del Gobierno y del Corte Inglés-Google-Amazon pero, además de nuestra incredulidad consustancial, disponemos de un argumento definitivo: preferimos disfrutar de la versión pueblerina antes que sufrir con la imbecilidad del Chisme Oficial. Antes gozosos que majaderos.

Más Noticias