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Primavera caliente a la vista

Los sindicatos UGT y CCOO ya habían advertido al Gobierno, en las manifestaciones del Primero de Mayo, de que no aceptarían recortes sociales para afrontar la crisis. Ayer materializaron la amenaza y convocaron una huelga de funcionarios para el 2 de junio, después de que el presidente Zapatero les explicara en la Moncloa el drástico plan de ajuste que anunciara el día anterior en el Congreso de los Diputados. Resultaba muy difícil, por no decir imposible, para Cándido Méndez e Ignacio Fernández Toxo reclamar serenidad a las bases de sus respectivas organizaciones tras la comparecencia del jefe del Ejecutivo. Pese a todo, optaron por no activar de momento el mecanismo de la huelga general, lo que cabría interpretar como un último ejercicio de contención a la espera de que el jefe del Ejecutivo ofrezca señales concretas de que su dramática apelación al "esfuerzo nacional" se extenderá a los más ricos. Los mensajes contradictorios que lanzaron ayer al respecto los vicepresidentes Chaves y Salgado no contribuyen precisamente a apaciguar los ánimos.

Zapatero se encuentra, sin duda, en una dificilísima situación. Ha tomado medidas que se resistía a adoptar, que han irritado a sus aliados sindicales y parlamentarios y que, por si fuese poco, afectarán al crecimiento en el corto plazo, como admitió el propio presidente. Su único margen de maniobra consiste en demostrar, lo más pronto posible, que también tiene exigencias para los más poderosos.

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