Versión Libre

Saramago y el compromiso como forma de vida

Dijo en cierta ocasión José Saramago, refiriéndose a su actividad literaria: "Yo no escribo par agradar o desagradar; yo escribo para desasosegar". En realidad, ese principio se puede extender a toda la biografía del inmenso escritor portugués, que ayer falleció en Lanzarote a los 87 años. Saramago encarnaba como muy pocos al intelectual comprometido, en unos tiempos difíciles en que los poderes económicos y mediáticos liberales intentan desprestigiar y devaluar el concepto de compromiso con el fin de torpedear toda tentativa de unión entre los seres humanos. Tanto la obra como la vida misma del premio Nobel constituyen una apelación permanente al ejercicio del pensamiento libre y a la rebelión contra la injusticia, lo que le granjeó la admiración de muchos, pero también la inquina de quienes se sentían señalados por su dedo acusador. A diferencia de numerosos escritores que permanecen encerrados en su torre de marfil, Saramago, que se definía como un "comunista hormonal", supo compaginar su creación literaria con un activismo intenso que lo llevaba a defender con vehemencia la causa de los sublevados de Chiapas o del sufrido pueblo palestino.

Saramago, que conoció la pobreza en su infancia, pudo aprovechar la fama que le llegó en la madurez para desentenderse del mundo que lo rodeaba. Pero esa actitud chocaba con su propia naturaleza. Por eso, hasta el último momento de su existencia estuvo entregado al arduo oficio de juntar palabras y a provocar desasosiego desde su sólida autoridad moral.

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