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Préstamos que huelen muy mal en la política

En vísperas de las elecciones gallegas, el entonces presidente de la Xunta y candidato socialista, Pérez Touriño, fue objeto de una feroz campaña periodística por la compra de un costoso Audi para uso oficial. El candidato del PP, Núñez Feijoo, se apuntó sin vacilar a la ofensiva: acusó a Touriño de no explicarse ante los ciudadanos y se presentó a sí mismo como paradigma de la honestidad. En una maniobra de evidente tinte propagandístico, anunció que, si ganaba los comicios, utilizaría un coche de Citroën, firma francesa con una planta muy importante en Galicia.

Feijoo ganó, y en breve será investido presidente de la Xunta. Antes de que ello ocurra, debería aclarar –con la misma nitidez que le exigió en su momento a Touriño– bajo qué condiciones ha disfrutado durante los tres últimos años, gratis total, de un automóvil de Citroën, cuando tenía a su disposición un coche oficial de la Cámara al igual que los demás portavoces parlamentarios. La portavoz de Feijoo explicó a Público que se trataba de un “préstamo” en su condición de presidente del Grupo Parlamentario Popular. Lo llamativo es que ni el socialista Touriño ni el nacionalista Quintana recibieron semejante trato de favor por parte de Citroën. Además, si Feijoo utilizó el automóvil con fines personales además de profesionales, tendría que precisar si pagó los correspondiente tributos que establece el artículo 42 de la normativa del IRPF.

Si el dirigente gallego está en mora de explicar su conducta, también lo está el presidente valenciano. El también conservador Francisco Camps eludió ayer responder en el Parlamento autonómico sobre la reunión secreta que mantuvo con el número dos del Poder Judicial el mismo día en que este atacó al juez Garzón, que investiga la trama de corrupción del PP. Este, a su vez, deberá explicar al magistrado ciertas anotaciones contables del coordinador de la trama que apuntan a una financiación irregular del partido.

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