Versión Libre

Sindicalista abnegado y hombre bueno

Finalmente, la enfermedad pudo con él. Marcelino Camacho, histórico líder de CCOO, falleció ayer a los 92 años, después de dedicar toda una vida a la lucha por las libertades y los derechos de los trabajadores. Su impresionante biografía, que incluye 14 años en las cárceles franquistas y 13 de exilio, adquiere unas dimensiones extraordinarias en estos tiempos enrarecidos en los que las conquistas sociales, y la propia democracia, se encuentran amenazadas por el creciente poder de los grandes capitales y el deterioro progresivo de valores fundamentales como la integridad y la honestidad. Unos tiempos inquietantes en que los sindicatos son objeto de feroces campañas de difamación por osar rebelarse contra el abaratamiento del despido o el aumento de la edad de jubilación.

La grandeza de Marcelino Camacho es que a su faceta de sindicalista y luchador contra la dictadura sumaba otra no menos importante: la de ciudadano ejemplar. La de buena persona, en el sentido machadiano de la expresión. En unos tiempos de locura inmobiliaria y gürtelismos a la orden del día, vivió durante casi 60 años en su humilde piso del barrio madrileño de Carabanchel hasta que, hace muy poco tiempo, se vio obligado a trasladarse a una casa baja para desplazarse con más facilidad en su silla de ruedas. Sus ingresos eran los 1.500 euros que sumaba la pareja con sus pensiones. Y se consideraba un hombre afortunado que tenía el deber de luchar por los demás. Marcelino Camacho deja como legado una trayectoria vital que le honra y de la que no muchas personas podrían presumir.

Más Noticias