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El mensaje tiene más peligro que las medidas

Un fantasma recorre Europa: el fantasma del tijeretazo social. Con Grecia a la cabeza, los gobiernos de la UE están aplicando severos recortes al Estado del bienestar porque se ha impuesto el dogma de que, si no lo hacen, será mucho peor. Reformas laborales, reducciones salariales, privatizaciones masivas, rebaja de pensiones, etc., constituyen el menú que se aplica invariablemente con el fin –eso se dice– de aplacar la voracidad desatada de los mercados. Miles de ciudadanos se están echando a las calles para expresar su ira, y cabe suponer que son muchísimos más los que, sin exponerse públicamente, comparten esa indignación. Podrá discutirse si las medidas de ajuste que se están tomando son o no inevitables (este periódico opina en muchos casos lo segundo), pero si hay algo fuera de toda duda es la gravedad del mensaje que los líderes políticos están trasladando a los ciudadanos. "Esto es lo que hay", parecen decir en cada acción. No existen discursos alternativos que permitan albergar alguna esperanza de que algo va a cambiar cuando amaine la tormenta, si es que amaina alguna vez. Al frente del BCE se coloca a un exvicepresidente de Goldman Sachs, el banco privado que ayudó al anterior Gobierno griego a falsear sus cuentas públicas. Las agencias de calificación, en gran medida responsables de la catástrofe financiera, siguen expidiendo certificados de solvencia. Los nuevos ejecutivos de las cajas de ahorros, saneadas con dinero de los contribuyentes para su venta a los grandes capitales, se aseguran emolumentos de sultanes. ¿Son conscientes los dirigentes políticos del mensaje que están enviando a los ciudadanos?

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