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Zapatero se revuelve contra Merkel

El presidente Zapatero expresó ayer, con razón, su malestar por el papel más que discutible que está desempeñando el Gobierno alemán en la presente crisis. Quizá lo que se le pueda reprochar al mandatario español es lo tardío de su reacción, si se tiene en cuenta que, desde hace tiempo, la canciller Merkel viene demostrando con descarada sinceridad su determinación de anteponer los intereses de su país –o, según se mire, su propio interés político– a las necesidades de la Unión Europea. Las recetas de austeridad fiscal impuestas por Berlín –y apuntaladas en el terreno monetario por el independiente Banco Central Europeo– mantienen asfixiados a países que, como España, cifran su recuperación en el consumo doméstico. En el caso de Grecia, epicentro de la actual tormenta del euro, Merkel ha intentado evitar por todos los medios la solución más lógica –una quita de la deuda–, quizá porque teme decirles a los pensionistas de su país que no recuperarán todo el dinero que han invertido a través de fondos en deuda griega. Ahora bien, culpar a Alemania no exime a los demás líderes europeos de su propia responsabilidad. Todos ellos, incluidos los socialdemócratas como Zapatero, han seguido hasta ahora los dictados de la ortodoxia fiscal y monetaria sin apenas levantar la voz. Hace unos días, el BCE, en un mensaje de desafío a las poderosas agencias de calificación, recalcó que seguiría aceptando deuda portuguesa como garantía un día después de que una de ellas, Moody’s, la rebajara a la categoría de bono basura. ¿Por qué el BCE no extiende más este tipo de actuaciones? ¿Por qué no rebaja tipos, en vez de subirlos? ¿Por qué no se suavizan los objetivos de déficit?

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