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El peligroso incesto entre política y finanzas

En Estados Unidos es práctica común que altos ejecutivos de los más poderosos bancos y fondos de inversión pasen a ocupar los puestos de máxima responsabilidad económica del Gobierno, y que quienes dirigen las cuentas públicas salten un día a Wall Street con sueldos multimillonarios. Dicho trasiego se conoce en el mundo anglosajón como "puerta giratoria" y constituye la demostración más palpable de la relación incestuosa que se ha establecido entre el poder político y el financiero, con un apabullante dominio del segundo sobre el primero. Ese descarado trasvase en las altas esferas, muy bien retratado en el documental Inside Job, se está extendiendo últimamente en Europa, con los graves riesgos que ello entraña para la defensa de los intereses de los ciudadanos frente a las grandes poderes económicos. En este momento, 14 de los 27 países de la UE han colocado a banqueros o gestores de fondos al frente de sus ministerios de finanzas o de sus bancos centrales. Y al menos cuatro excomisarios del equipo de Durão Barroso han pasado a grandes compañías financieras. Quizá los casos más paradigmáticos de este baile de fichajes sean los del nuevo gobernador del Banco Central Europeo, Mario Draghi, y el flamante primer ministro italiano, el "tecnócrata" Mario Monti, que estuvieron vinculados a Goldman Sachs. Expertos internacionales consultados por este diario no vacilan en describir lo que ocurre como una "dictadura financiera" o un "golpe de Estado financiero". Y los líderes políticos, desafortunadamente, no ofrecen argumentos convincentes para rebatir esas afirmaciones sombrías.

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