Voces del mediterráneo

Raqqa: Presente oscuro, futuro incierto

Nour Al-Hussen Villa
Politóloga, especialista en Estudios Internacionales y autora de "A la otra orilla del Éufrates"

No es ninguna novedad que los habitantes de Raqqa sufran. Sin embargo, las dos últimas semanas que coinciden con la primera mitad del Ramadán han dejado en evidencia que el asalto final a la ciudad es inminente. Las SDF (Syrian Democratic Forces), una coalición integrada en su mayoría por kurdos y liderada por EEUU, ha llegado a las puertas de la ciudad, exactamente a nueve kilómetros, cerca de la conocida Fábrica de Azúcar. Esta coalición "multicultural" está dispuesta a rematar la operación denominada "Ira del Éufrates" iniciada hace justamente un año y cuyo objetivo final es "la liberación de Raqqa". Mientras los combates se llevan a cabo con ferocidad en el norte, en lo que queda del corazón de la ciudad se preparan para "la gran batalla": se están cabando pozos, almacenando comida cuyo valor es superior al del oro e impidiendo que las personas abandonen la ciudad, las mismas que tras ser esclavas del Daesh durante 3 años podrían pasar a servirles de otra manera: como escudos humanos.

El Ramadán no está siendo nada llevadero en la ciudad. En su primer día, quien pudo preparó su iftar esperando la caída del sol para romper el ayuno. El bombardeo perpetrado por la Coalición Internacional comenzó en ese justo momento y se prolongó hasta la media noche. Cuando la relativa calma parecía asomarse a la ciudad, las SDF lanzaron cerca de 80 proyectiles que causaron una mayor destrucción a la ya acumulada. Los ataques no se dirigieron a ningún punto militar de los terroristas, sino a barrios residenciales como por ejemplo Al Zakana. En tan solo 24 horas existía un total de más de 35 muertos. A la mañana hubo quien tuvo el valor de salir a"pasear" sobre las ruinas mientras desesperadamente rezaba para que el sufrimiento termine. Este desgarrador ritual tampoco es un hecho novedoso.

En cuanto al "funcionamiento" de la ciudad, el terror sigue siendo la base sobre la que se asienta el orden impuesto por los yihadistas. Daesh sigue atemorizando y maltratando a los habitantes con la misma crueldad, porque para ellos ni el Ramadán perdona. Las ejecuciones en la rotonda del Naím se llevan a cabo casi a diario, como también las vejaciones y detenciones arbitrarias. Para los raqqawis no es  novedad vivir sin electricidad desde hace dos meses, que el suministro de agua es irregular o que no existan apenas hospitales en pie. Por supuesto, se siguen confiscando las casas de aquellos que abandonaron la ciudad para estar a salvo y no volver, aún no sabiendo qué pasará con estas casas una vez las SDF lleguen a tomar la ciudad. Tampoco se conoce cómo será el próximo gobierno de la ciudad, ni sobre qué bases estará asentado.

Cuando logro contactar con Raqqa me llega el miedo y el sufrimiento. Es increíble la capacidad del ser humano para adaptarse al horror y la barbarie. Sigo indignándome cuando leo eso de "Capital del Estado Islámico" como si quienes estuvieran allí fuera por voluntad propia, como si no estuvieran atrapados, como si todos fueran igual que los monstruos que dominan la ciudad. Raqqa es la capital de la resistencia y la supervivencia frente a los ataques mortales de los todos los beligerantes, pero también del pensamiento simplista de un mundo sonámbulo y contaminado de terror. El problema se hace más grave cuando el odio, hijo predilecto del miedo, no solo afecta a Occidente a la hora de pensar en Raqqa como capital yihadista, sino que otras ciudades sirias hermanas en nuestra lucha contra la tiranía en todas sus vertientes, apuntan a  nuestra ciudad — y por lo tanto a las casas de nuestras familias —como sede del terrorismo. Que los habitantes de Raqqa sufran no es ninguna novedad. Que ello no sea noticia, tampoco.

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