El óxido

Me río de Mahoma

El semanario satírico francés Charlie Hebdo, algo así como el Jueves en España, ha editado su último número con varias caricaturas de Mahoma. La noticia no ha pasado desapercibida en el mundo musulmán y se une a la ola de indignación que provocó en los países árabes la película de serie Z que parodiaba la figura del profeta del Islam y que acabó con la vida del embajador estadounidense en Libia. El Estado francés ya se ha apresurado a clausurar sus legaciones diplomáticas en la zona para que no sean objeto de represalias por parte de los sectores más fundamentalistas del mundo musulmán.

Las críticas no se han hecho esperar. El presidente Hollande está indignado por lo que considera una falta de responsabilidad por parte de los editores de la revista. El Vaticano ha dicho que las caricaturas echan gasolina al fuego. La Liga Árabe habla de "provocación y bajeza". Y en un alarde de desprecio por los más elementales derechos, el Secretario General de la ONU Ban Ki-Moon ha dicho que la publicación de las viñetas supone un "abuso de la libertad de expresión".

Parece evidente que las caricaturas del Charlie Hebdo no van a sentar bien en una parte del mundo musulmán. Y en ese sentido no parece que su publicación, en vista de los sucesos de Bengasi, sea lo más deseable para calmar los ánimos del integrismo religioso. No me cabe la menor duda de que, allá donde se pueda, sería deseable evitar el enfrentamiento y fomentar el diálogo entre distintos puntos de vista. Pero ni siquiera esto puede blandirse como valor absoluto. En ocasiones puede ser preferible afrontar el conflicto en vez de evitarlo cuando se trata de combatir a quienes no respetan derechos tan fundamentales como la libertad de expresión. Y este es uno de esos casos.

No se si lo que ha hecho el director del Charlie Hebdo es lo más oportuno pero tiene toda mi solidaridad. Lleva años viviendo con escolta y los integristas ya han atentado en otra ocasión contra la sede de la revista. Se podrán lamentar las consecuencias que con toda seguridad se van a derivar de la publicación de las viñetas, pero de ello solo son responsables quienes desprecian la libertad de expresión. A nadie en su sano juicio se le habría ocurrido pedir a los miembros del PSE o del PP vasco que no dieran su opinión sobre lo que sucedía en Euskadi hace unos años para no ser asesinados por el fanatismo de ETA. Más allá de estar o no de acuerdo con las opiniones, el derecho a expresarlas está por encima de cualquier consideración política o religiosa.

Sorprende que los dirigentes de Occidente se llenen la boca con aquello de la "guerra contra el terrorismo" para justificar auténticas atrocidades y no sean capaces de respaldar el derecho de sus ciudadanos a opinar o a hacer sátira del fanatismo religioso. E incluso mucha de la progresía que en nuestro país se indignaba hace unos meses por el juicio a Javier Krahe por su video "Cómo cocinar un crucifijo", hoy se rasga las vestiduras en nombre del multiculturalismo por la publicación de unas caricaturas en Francia. Hablan de provocación del semanario francés. Y cada vez que lo escucho me vienen a la mente aquellos jueces cavernarios que absolvían al violador porque había sido "provocado" por el escote o por el tamaño de la falda de la víctima.

Nadie ha explicado mejor la cuestión que el propio Stéphane Charbonnier, director del Charlie Hebdo: "Si nos planteamos la cuestión de si tenemos derecho a dibujar o no a Mahoma, de si es peligroso o no hacerlo, la cuestión que vendrá después será si podemos representar a los musulmanes en el periódico, y después nos preguntaremos si podemos sacar seres humanos... Y al final, no sacaremos nada más, y el puñado de extremistas que se agitan en el mundo y en Francia habrán ganado". Que quieren que les diga, me parece de una sensatez aplastante. Yo también me río de Mahoma.

Charlie Hebdo

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