El óxido

Puro teatro

En las relaciones internacionales rara vez existen noviazgos por amor. Lo habitual son las uniones de hecho por conveniencia, alianzas estratégicas entre países que se necesitan para lograr un objetivo común. Casi por definición la política internacional se construye a partir de actores que se detestan entre sí, que desconfían los unos de los otros pero que las más de las veces se profesan un odio cortés y discreto.

La revelación de que los servicios de espionaje norteamericanos escrutaban millones de llamadas de teléfono, mensajes y correos electrónicos en territorio alemán ha causado una ola de estupor y de indignación a este lado del Atlántico tan comprensible como hipócrita. El espionaje es una herramienta más de las relaciones internacionales y tan vieja como la propia política. En inteligencia las líneas rojas no existen, y tampoco las leyes, y solo desde la más cándida ingenuidad se podría pensar que Europa era intocable para los servicios de espionaje norteamericanos. Las protestas de la Unión Europea forman parte de una escenificación obligada. Puro teatro, falsedad bien ensayada, estudiado simulacro...

La Unión Europea es un aliado de Estados Unidos pero al mismo tiempo es también su principal competidor en el liderazgo moral de eso que llamamos Occidente. Y la desastrosa política económica comunitaria, capaz de contagiar al resto del globo de su propia crisis de deuda soberana, invita no solo al espionaje sino incluso a la invasión. Si a todo ello le sumamos que Europa, por su situación geoestratégica, ha construido una mirada propia y diferente a la de Estados Unidos sobre el mundo musulmán, verdadera obsesión yanqui, a nadie le extrañará que un James Bond con acento tejano pase horas en una oscura habitación llena de humo escuchando a sonrosados alemanes hablar de... ...de lo que sea que hablen los alemanes.

John Kerry, Secretario de Estado de EEUU, lo ha dicho bien claro: la recogida de datos no es inusual en ningún país. En ninguno. Eso no justifica un modo de entender las relaciones internacionales que, desde el realismo político más extremo, considera que todo país extranjero es un enemigo potencial. Pero sí desvela la hipocresía de una Europa que se considera a si misma la garante de las libertades y de las relaciones entre Estados basadas en la ética. Lo cierto es que si los Estados europeos no espían a sus aliados, cosa que está por ver, será más bien porque no disponen de la infraestructura en materia de inteligencia que tiene EEUU para enterarse de lo que ocurre en el último rincón del planeta, no porque exista alguna misteriosa fuerza moral que impida a los líderes del viejo continente recurrir al espionaje. ¿O es que alguien es capaz de pensar que no hay agentes del CNI en Marruecos, un socio comercial de España y nuestro vecino del Sur? Como de costumbre, nos indignamos con aquello mismo que nosotros hacemos a los demás. Un ejemplo más de la asimetría y la soberbia con la que miramos al resto del mundo desde este lado del charco.

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