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El (des)interés de Manuel Valls y los acólitos de Colau

SERGI TARRÉS
Licenciado en comunicación audiovisual y asesor político de ERC

Las élites, los de la "casta", parece que han tomado una decisión. De hecho, la misma decisión que llevan tomando desde siempre: mantenerse en el poder e intentar convertir el perímetro del status quo en granítico, inamovible. Las sombras de estas élites llegan a lo impensable y lo hacen a través de los medios corrompidos, serviles y absorbidos por la necesidad de sobrevivir en un mar de competencia capitalista descarnada e inhumana que no entiende nada de valores sociales y sí mucho de valores bursátiles.

El pasado domingo ERC obtuvo una victoria indiscutible en las urnas, el republicanismo independentista de izquierdas ganó en la ciudad de Barcelona e irrumpió con una fuerza inusitada en consistorios en los que nunca había tenido representación. Poblaciones con extracciones sociales para nada nacionalistas y de corte obrero, con ascendientes familiares venidos del resto de territorios del Estado décadas atrás. El partido de Oriol Junqueras, un preso político, ganó las municipales en el principado de Catalunya así como las generales del pasado 28 de abril. Ni el encarcelamiento, ni la represión, ni la manipulación de los medios han podido con él y de hecho lo han reforzado como nunca. La injusticia la pagan los injustos, más tarde o más temprano.

La "razón de Estado", no en vano, parece que lo aguanta todo y, a la vez, nada como el Procés de emancipación catalán ha hecho tambalear el Régimen. La única amenaza al candado del 78 ha sido el empuje hacia la República Catalana y el ejercicio de la autodeterminación. De aquí los nervios y la desesperación que lo han llevado a hacer cosas impensables tiempo atrás, encarcelar cargos electos, activistas, etc. Y el problema viene cuando las urnas nos vuelven a dar la razón. Esta vez en la capital de Catalunya y en las europeas.

Lo que demuestra una vez más la desesperación es ver como ínclitos columnistas de derechas, líneas editoriales afines al status quo empezaran a hablar bien de Ada Colau justo un par de días antes de las elecciones del domingo. El espacio de Colau y lo que viene a representar es vendido como un órdago peligroso, revolucionario, bolivariano y terrorista hasta que este puede ser clave para que el independentismo puede tener la alcaldía de una de las ciudades más importantes para el Íbex. Como mínimo es curioso.

Ahora bien, lo más sorprendente es ver las réplicas de algunos acólitos, muy comunistas ellos, muy de izquierdas ellos, empezando a convergir con las editoriales cavernarias. Y lo más surrealista, estos son los que intentan blanquear a un Manuel Valls que, rebotado de su fracaso en Francia, vino a Barcelona a comerse el mundo de la mano de una de las fuerzas más reaccionarias de los últimas décadas -que pacta con VOX en Andalucía e intenta esconderlo-. Dicen que bueno... al fin y al cabo Valls viene de los socialistas franceses, o sea, que también es progresista. Iceta, otro que dice ser "la izquierda", no le tiembla la voz para decir que harán lo que haga falta para que el independentismo no tenga la alcaldía. La maniobra pasa por conseguir un pacto BeC, PSC, C’s (Valls) para que Maragall no sea alcalde y lo continúe siendo Colau. Es decir, todo lo que haga falta para evitar lo que la voluntad popular ha querido que sea. Valls y Iceta representan el status quo como nadie en este contexto, ustedes mismos.

Que el status quo tenga miedo es normal y también quiere decir que se ha hecho algo bien en Catalunya. No tan normal es que los que se las dan de representar el rupturismo sean los primeros en blanquear las maniobras para que no se tambalee.

 

 

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