Principia Marsupia

Un adolescente que iba a ser suicida del ISIS cuenta su historia. [Capítulo 18 de La Batalla por Mosul].

Un adolescente que iba a ser suicida del ISIS cuenta su historia. [Capítulo 18 de La Batalla por Mosul].
Alberto Sicilia / MOSUL (Irak)
Un adolescente de 15 años que iba a ser suicida del ISIS le cuenta su historia a Niqash:

Todos los días jugaba al futbol en la larga avenida que lleva a mi casa en Mansour [un barrio de Mosul]. Pero un día cambié de camino para ir y pasé por uno de los "Centros de Reclutamiento" de ISIS. Podía escuchar bastante ruido dentro, así que me acerqué y ví que había un montón de gente viendo vídeos.
Estaban viendo un vídeo de un combate entre los Soldados del Califato y el Ejército Iraquí. Había suicidas y morteros volando por todos lados. La escena alcanzaba su climax con ISIS ocupando el área por el que habían estado luchando y la colocación de la bandera negra en el edificio más alto. ¡Era una película de acción! ¡Era tan excitante! ¡Y además era real!
El vídeo terminó, pero siguieron viendo otros vídeos. Se proyectaban diez horas al día. Antes de que me fuese, uno de los miembros de ISIS me dio varios CDs con las grabaciones de otras batallas y ejecuciones de infieles y traidores. También me dio varios panfletos que llamaban a la yihad.
Me quedé fascinado con lo que había visto, así que empecé a ir más y más a menudo al Centro de Reclutamiento. Comencé a descargarme en mi teléfono móvil canciones yihadistas y discursos de Abu Bakr Al-Baghdadi. Estaba impresionado por las victorias y el heroísmo de los Soldados del Califato. Así que un día les dije que quería ser voluntario y apuntarme con ellos. Me mandaron a la mezquita más cercana, fui allí y registraron mis datos. Me dieron la fecha en la que debía incorporarme.
A mediodía de ese día besé a mi madre y le dije adiós. Ella estaba sola en casa y no sabía que podría ser la última vez que nos abrazásemos.
Legué a la mezquita y allí había otros dos muchachos de mi edad. Dos hombres armados nos subieron a una furgoneta y cuando ya estábamos sentados nos vendaron los ojos. No pudimos ver nada hasta que llegamos a una casa. Nos metieron al sótano.
Yo estaba muy asustado en aquel momento. Todo era muy confuso. No hablé con nadie en el sótano y mis manos temblaban. Recuerdo haberme dicho a mí mismo: ¿pero qué haces aquí, idiota?
Una media hora después llegó un hombre mayor con una larga barba gris. Se presentó y nos dio la mano. Cuando me la dio a mí dijo: "Aquí viene el héroe". Esas pocas palabras me tranquilizaron mucho. Me sentí mucho mejor.

Nos sentamos y el hombre nos preguntó por nuestra edad. Éramos 24 allí y todos teníamos entre 12 y 17 años.
Se presentó: "Soy vuestro hermano Abu Abdallah. Pasé 10 años de mi vida con la Guardia Republicana de Saddam Hussein. Participé en la invasión de Kuwait en 1990 y vi con mis propios ojos cómo el Ejército de Irak oprimió a los kuwatíes y lo que los infieles chiítas hicieron. Esas horribles prácticas continuaron después de 2003. [El año de la invasión estadounidense]. De hecho, empezaron a ser peores. Por eso que matamos a los miembros del ejército y de la policía".
Abu Abdallah pasó un mes con nosotros y nos enseñó religión y yihad durante 8 horas cada día. A su lado nos sentíamos fuertes, llenos de confianza. Nos solía decir cómo nosotros lucharíamos para la victoria del ISIS y cómo iríamos al cielo, donde encontraríamos comidas deliciosas y mujeres hermosas.
También supervisaba nuestro entrenamiento militar, que era realmente duro. En los campos a las afueras de Mosul aprendimos cómo manejar armas, cinturones explosivos y a conducir motos y coches. Cada vez que volvíamos a la casa nos tapaban los ojos para que fuese imposible que revelásemos su localización.
Lo peor era el hambre. Llorábamos de hambre. Sólo nos daban unos pocos dátiles, un poco de pan y agua. Pero Abu Abdallah nos animaba a aceptar el hambre porque eso nos enseñaba paciencia. De ese modo "seríamos dignos de convertirnos en yihadistas".
En el sótano no había baño y teníamos que esperar hasta el final del día para poder utilizar el único baño de la casa. Si alguno se hacía pis en los pantalones, era castigado. Durante los 3 meses que estuvimos allí sólo pudimos lavarnos 3 veces. Olíamos como ratas.
Las condiciones en el sótano eran tan malas que pillé una infección en mis riñones y tuve que ir al hospital para el tratamiento. Aún hoy estoy en tratamiento. Si Dios me hubiese dado un poco más de fortaleza, ahora estaría en el Paraíso. Con Firas.
Firas era mi mejor amigo en el sótano. Era el más joven allí. Tenía 12 años y me dijo que su padre había muerto. Dejó a su madre para para incorporarse al Estado Islámico y nunca volvió a verla porque fue elegido, junto a otros 10 chicos para ser un suicida.
Lloré mucho cuando Firas se fue. Estaba triste por saber que no lo volvería a verle. Yo creo que hasta Abu Abdallah estaba triste. Cuando Firas iba a irse, Abu Abdallah puso la mano sobre su hombro y le abrazó. Hizo lo mismo con los otros 9 chicos. "Adiós mis hijos, nos volveremos a ver en el Paraíso".
Si Dios quiere, cuando yo me recupere, seguiré a Firas.

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