Diario de un altermundista

España en guerra

Cada vez se ve con más claridad que lo que están haciendo España y las tropas extranjeras en Afganistán no es una operación de paz o de ayuda humanitaria, ni siquiera una operación antiterrorista, sino una Guerra, en mayúscula, con todos los ingredientes que la definen. Alejandro Pozo del Centro de estudios por la Paz JM Delàs de Justícia i Pau, revela en un excelente informe un buen número de razones para poner en cuestión la implicación extranjera en la guerra de Afganistán, y en especial la participación española, que según el autor no sirve para nada más que para legitimar la guerra impulsada por Estados Unidos (www.centredelas.org). España no está en Afganistán para ayudar al pueblo afgano, de otro modo, la participación del gobierno de Rodríquez Zapatero no estaría tan militarizada, con datos sobre la mesa, en más de un 95% de los recursos dedicados. No estamos ayudando a la población afgana, porque la intervención militar pone en peligro la verdadera ayuda humanitaria, ya que la presencia militar extranjera ha reducido drásticamente el trabajo de las organizaciones humanitarias, como Médicos Sin Fronteras, que por cuestiones de seguridad de su personal no pueden mantener su presencia en Afganistán. Seamos claros, la importancia geopolítica y económica de Afganistán es evidente, y esa es la principal razón del envío de tropas a este país. Su situación fronteriza entre Occidente y Oriente y su cercanía a las más importantes reservas de gas y petroleo mundiales convierten a Afganistán en la enésima operación expansiva del Imperio, en el que cada vez tienen más intereses un cúmulo de gobiernos y empresas occidentales, encabezados en todo caso, por EE.UU. y entre las que se quiere posicionar España, como anteriormente intentó en Irak. Porque, si el objetivo de esta guerra fuera el de la lucha contra el terrorismo y encontrar a Bin Laden, como nos hacen creer, el fracaso de las tropas internacionales es clamoroso. Además de que en ocho años no han conseguido su objetivo, la estrategia antiterrorista no puede consistir, por suerte para los habitantes de otros muchos lugares donde se ocultan terroristas, en el lanzamiento de bombas sobre sus pueblos, llevándose a su paso la vida de centenares de civiles. Esta guerra y, por tanto, la presencia militar española en Afganistán responde, como todas las guerras, a la codicia y ansias de poder de quienes las ordenan (ahora por teleconferencia) desde sus cómodos despachos. Por tanto, la única decisión respetable que le queda por tomar a la Ministra Chacón es la retirada. De otro modo, el número de muertes, de españoles y afganos, que ni han decidido ni quieren esta guerra, seguirá aumentando.

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