Detrás de la función

Las "reformas", o el lenguaje del poder

El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, declaró el pasado sábado que serían necesarias "reformas" en el Estado del Bienestar para su adaptación al contexto actual de la crisis. Como se trata de un tema incómodo, el jefe del Ejecutivo se detuvo ahí, lanzando un difuso y genérico globo sonda, que ha quedado diluido a lo largo de estos días por las distintas tramas de corrupción en las que se encuentra supuestamente sumida la derecha, junto con el calvario que el ilustrado regidor de Valladolid está sufriendo a raíz de su desplante con la nueva ministra de Sanidad.

Dado que, al igual que sucede con la Historia, la Ciencia Económica sigue siendo escrita por los vencedores, es de esperar que el relato neoliberal sobre las causas y las soluciones para la actual crisis continúe gozando de buena salud. De este modo, la "irresponsabilidad" de los Estados al haber incurrido en enormes déficits exigirá de nuevos recortes en las transferencias y servicios públicos. Y nos seguirán recordando que "hemos vivido por encima de nuestras posibilidades". Pasado el verano, no esperábamos que esto hubiera cambiado.

Más preocupante, por su relativa novedad, resulta la evolución del discurso de los principales dirigentes gubernamentales. A pesar de haber bajado un 5% de media el sueldo de los funcionarios, congelado las pensiones, rebajado el coste del despido y paralizado buena parte de la obra pública, los mensajes del nuevo equipo de Rodríguez Zapatero siguen teniendo la "reforma" como la palabra estrella, de tal modo que esta se ha convertido en la nueva idea-fuerza de los socialistas, más repetida ya que "cambio", "talante" o "mirada positiva".

¿Pero a qué se refieren con este nuevo mantra? Es de esperar que si, por ejemplo, no podemos durante dos semanas entrar en la cocina porque nos la están "reformando", nuestra expectativa sea la de encontrarnos, pasado el plazo, con una habitación mejor y más equipada que la que teníamos en un primer momento. Nuestra reacción sería de protesta, e incluso furia, si comprobáramos que nos han retirado dos hornillas y que la nevera tiene mucha menos potencia. No lo entenderíamos como una "reforma", o al menos, no aceptaríamos este término para definir lo experimentado. Ni aunque nos repitieran cien veces que es lo que más nos conviene para la próxima década. Tampoco volveríamos a llamar a la misma compañía en una situación similar.

A estas alturas, casi todos nos imaginamos lo que va a suponer la mencionada "reforma" en el Estado del Bienestar: un conjunto de recortes y reducciones de derechos que, además, van a servir para engordar las cuentas del capital financiero, del que dependemos desde hace mucho tiempo. Lo peor es que, a fuerza de tomar medidas impopulares como las citadas anteriormente, nuestros dirigentes parecen haberse convencido mucho más de la necesidad de estas. El lenguaje utilizado para "explicarlas" refleja con más claridad que nunca hasta qué punto las agencias públicas nacionales han devenido en sucursales de las instituciones internacionales y comunitarias. La financiarización colectiva ha venido acompañada de la internacionalización de una jerga al uso, asignatura en la que no suspende ningún Ejecutivo de Occidente.

En "La lengua del Tercer Reich", el filólogo alemán Victor Kemplerer recordaba que, en uno de los campos de concentración en los que estuvo retenido, uno de sus compañeros, también judío, había recurrido a parodiar el "Mein Kampf" para insultar a los otros presos y desahogarse ante la cercanía de la muerte. La violencia del nazismo se hacía patente también a través de su lengua y su capacidad para penetrar en el cerebro de sus víctimas. Si el lenguaje dominante fue capaz de llegar tan lejos en aquellas circunstancias, ¿qué no hará en tiempos de incertidumbre, cuando se exigen soluciones rápidas bajo mucha presión y no se deja divisar una alternativa clara? No es casualidad que uno de los motivos del cambio de Gobierno sea "comunicar mejor". Habrá que prestar mucha atención a qué palabras van escogiendo.

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