Diario de la Antártida

21 y 22 de enero. Empieza el regreso

las-palmas.jpgLos planes han cambiado -algo más habitual que excepcional en la Antártida, donde uno nunca sabe lo que pasará en las próximas horas, si depende del tiempo-. Se prevén fuertes vientos y el buque Las Palmas no se arriesga. Embarcamos a las ocho de la mañana para que las Zodiac, que tienen que trasladarnos de la playa al barco, puedan navegar. Lo hacemos muy despacio, porque el mar está cubierto de brass (trozos de hielo desprendidos de un glaciar).

Todo se adelanta varias horas y no podemos despedirnos como habíamos previsto: con una paella, una entrega de diplomas y, quizá, algunas palabras. Así que nos hacemos unas fotos y salimos pitando a ponernos los trajes de supervivencia para embarcar. Atrás dejamos la base Juan Carlos I tal y como la encontramos: impecable por dentro e imperturbada por fuera; sin un papel o una colilla en el suelo; sin rastro de una sola actitud que este entorno pueda reprochar al hombre.
Hacia Gabriel de Castilla

Una vez con el personal dentro, el buque comienza a descargar cientos de kilos de mercancías en las lanchas y, a las cuatro de la tarde, por fin zarpamos. El viaje, esta vez, se ha hecho pesadísimo; demasiadas horas sin poder hacer nada y en un espacio muy reducido. Vuelvo a sentir una profunda admiración por los 36 tripulantes que viven así más de la mitad del año. En el Las Palmas empieza nuestro regreso. A partir de ahora, nos esperan varios días de viaje, en varios medios de transporte y largas esperas. Si todo sale bien, llegaremos a casa en una semana.

Nuestra primera parada es la base Gabriel de Castilla, donde el barco no sólo tiene que dejar a los últimos científicos que recogió en Ushuaia, Argentina, sino además petrolear (proveer de combustible) al buque Hespérides.

El Hespérides llegó a la bahía mientras dormíamos en la base pero el trasvase de combustible, finalmente, no se pudo realizar. El viento no dio tregua y los dos barcos no podían abarloarse (sujetarse uno a otro) para poder hacer la maniobra. Empezamos a tener nuestras dudas de llegar a tiempo a coger el avión que nos llevará a Punta Arenas en la mañana del 23, siempre que el tiempo lo permita. De esta base al aeropuerto hay diez horas de navegación y a las ocho de la tarde aún no hemos salido. Ahora tengo que dejaros. Internet aquí es un lujo del que sólo puedo disfrutar un ratito al día. Mañana os contaré si finalmente partimos.

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