Al sur a la izquierda

El superministro super Wert entra en acción

Estaban los socialistas andaluces melancólicos y cabizbajos buscando qué propuestas imaginativas podían inventarse para movilizar a su abúlico electorado y contrarrestar la marea popular ante las inminentes elecciones autonómicas, pero nada, que no daban con la tecla. Es lo malo de llevar 30 años gobernando, tener unas cifras de desempleo de caballo, andar bregando todo el santo día con los malditos ERE, tener las arcas públicas vacías y encima, maldita sea, haber perdido un congreso federal por un puñetero puñado de votos. Le daban vueltas y vueltas pero no acababa de ocurrírseles ninguna genialidad.

Y cuando ya daban por perdidas todas sus esperanzas de hallar en alguna parte un poco de pólvora con que recargar sus exhaustas baterías, en eso que llegó el antiguo tertuliano y actual superministro de Educación, superJuan Ignacio super Wert, con una orden ministerial bajo el brazo cambiando el temario de las oposiciones de Secundaria que varias decenas de miles de licenciados llevan meses estudiando. El nuevo temario, que sustituye al de 1993, se aprobó a finales de 2011 en cumplimiento del periodo transitorio de cinco años que daba la Ley Orgánica de Educación, y se aprobó después de largos meses de negociaciones entre el Ministerio de Educación y las comunidades autónomas y los sindicatos. Por eso nadie protestó pese a haber sido aprobado por un Gobierno socialista y a sólo unos días de unas elecciones que todo el mundo calculaba que darían la victoria al PP. La nueva, inesperada y unilateral orden ministerial anula ese temario consensuado y restituye alegremente el de 1993.

Así pues, el superministro superWert ha conseguido él solo y en un solo día: A) Firmar una orden ministerial que posiblemente es ilegal. B) Cabrear a un número de opositores indeterminado, pero en ningún caso inferior a 40.000 y en gran parte andaluces, pues Andalucía es la comunidad que más plazas convoca. C) Desconcertar y cabrear a su propio partido, cuyos líderes regionales no saben qué diablos decir ni cómo justificar la ligereza del ministro. C) Dar una alegría a un PSOE que no tenía alegrías que merecieran tal nombre desde hace no se sabe cuánto tiempo. Y D) Exhibir ante la comunidad educativa y política la estulticia de los soberbios, que es la peor de las estulticias pues no sólo no sabe que lo es sino que además está convencida de que los estultos son los otros. Pocos políticos, de este país o de cualquier otro, consiguen ellos solos todo eso y en un solo día. Lo dicho: no me llaméis Wert, llamadme super Wert.

 

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