Al sur a la izquierda

España, Cataluña y yo

El catalanismo desbocado tiende a hacer a todos los españoles españolistas, del mismo modo que el españolismo desbocado tiende a hacer a todos los catalanes catalanistas. Muchos que ayer nos acostamos simplemente españoles nos hemos levantado al día siguiente españolistas. Y lo mismo les habrá pasado a muchos catalanes. Vienen malos tiempos para quienes aspiren a ser simplemente españoles o simplemente catalanes, ¡y no digamos para quienes quieran ser cada vez menos españoles o cada vez menos catalanes! Para estos últimos no hay lugar en los airados tiempos que se avecinan. La propia categoría ontológica de catalán o de español a secas tiene los días contados. El patriotismo es enemigo de las medias tintas, de la tibieza, de la desgana, de la falta de fe. El patriotismo es enemigo mortal de la ironía. No quiere ciudadanos a secas y menos todavía ciudadanos irónicos.

Lo que el patriotismo quiere  son soldados. Y este punto de inflexión en las difíciles relaciones entre España y Cataluña que nos ha tocado vivir quiere hacer de todos nosotros unos soldados. Da igual que nos guste o no nos guste serlo. Da igual que queramos o no queramos combatir. Podemos, eso sí, pasarnos al enemigo y traicionar a los nuestros, pero no podemos eludir la guerra política, económica y, sobre todo, metafísica que se avecina. Ser o no ser, he ahí la cuestión. Ser español o ser catalán. Ser españolista o ser catalanista. Vienen tiempos en que va a ser muy difícil no ser nada. ¡Qué alivio sería poder no ser nada! ¡Qué felicidad ser dueño de un hortal de tomates, cebollas y berenjenas a orillas del Ter o del Guadiana y no pensar en nada! Como diría Miquel Martí i Pol: Demano poc, demano poca cosa, només poder treballar com fins ara.

Para quienes secretamente y no sin cierta melancolía aspiramos a que España fuera cada vez un poco menos española y un poco más catalana es un fastidio esta súbita militarización a ambos lados del Ebro que parece irreversible pero que confiamos en que no lo sea. Algunos, tal vez no muchos, es difícil saberlo, nos hemos quedado en tierra de nadie, como desconcertados desertores que no saben muy bien adónde ir. Es como si de pronto los nuestros ya no fueran los nuestros y nosotros ya no fuéramos nosotros. Como diría Lorca: Yo ya no soy yo ni mi casa es ya mi casa.

¿Se ha hecho de pronto Cataluña demasiado catalana o es más bien todo lo contrario, que ha ido haciéndose cada menos apaciblemente catalana y cada vez más furiosamente española? Si la generación del 98, aunque no toda ella, y la generación del 14 querían europeizar España, a muchos de la generación de quienes empezamos a ser adultos con la Transición nos hubiera gustado catalanizar España, tener una Castilla, una Extremadura o una Andalucía un poco más catalanas, no completamente catalanas, pero sí un poco más. Lo suficiente para habernos entendido un poco mejor unos a otros. Lo suficiente para no haber llegado a esto. Lo suficiente para haber sido todos, catalanes y no catalanes, más juiciosos, más templados, más irónicos.

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