Antonio Baños

Fukushima no es Grecia

Llevamos un tiempo experimentando el goce de una nueva figura periodística. Se trata de una modalidad castiza de aquello que los pobres norteamericanos llaman periodismo "à la Fox" y que consiste en, directamente, inventar la realidad y luego explicarla. A diferencia de la vieja manipulación que tanto gustaba a las autocracias del pasado siglo, esta nueva forma de mentira pública cuenta con la colaboración activa y el aplauso del lector o espectador mismo. Es decir, que el fan quiere que sus medios de información se comporten como canales de ficción y les recreen un mundo en el que, no solo la información sobre los hechos es afín, sino que los hechos mismos se amoldan a su gusto. Todos hemos visto, aunque sea por vicio, algún programa del TDT Party y lo que allí hay es un relato sin fisuras que abusa del método deductivo para encajar sus teorías a una presunta realidad. En este contexto, se ha puesto de moda una frase, un aserto que sirve para no-explicar de forma fetén, cualquier hecho imprevisto. Se trata de eso que, entre los silogismos aristotélicos se conocía (antes de la LOGSE) como un universal negativo. Este ensalmo se fogueó con las autoridades económicas cuando tuvieron que dar cuenta del estado del pufo nacional: España no es Grecia. España no es Irlanda. España no es Portugal (tampoco España es Islandia, snif) Se redescubría así el viejo modus tollendo tollens de la lógica clásica, es decir, el método de negar negando. Si el periodismo es arte de explicar la actualidad de manera comprensible, esta nueva aplicación consigue evitar cualquier discurso por muy gordo que sea el hecho contingente.

Cada día un servidor, de natural ocioso, se dedica a buscar en toda la prensa noticias sobre la terrible catástrofe de Fukushima. Y lo más sorprendente es comprobar como los egregios opinadores de la derecha, desde Carlos Herrera hasta Jimenez Losantos, se han acogido a este nuevo método para no tener que ejercer el molesto oficio de la explicación. Fukushima no es Chernóbil. Fue lo último que se les oyó decir. Después, silencio. Cuando yo estudiaba, por decir algo, periodismo, me dijeron que no dejase que la realidad me estropease un buen titular. Hoy, ante Fukushima, la reacción ni se molesta en redactar titulares, borra la realidad de golpe. No es que la fuga sea grave, es el Japón entero el que ya no existe. Y luego, a por Rubalcaba.

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