Antonio Baños

Los donantes

Las conferencias de donantes suelen ser uno de los momentos más groseros de la agenda internacional. Tras una catástrofe, se reúnen los países interesados en la reconstrucción para aflojar la mosca. Casualmente, los países más interesados en la conferencia coinciden con los que más intereses tienen en la zona. Los donantes tienen siempre una sombra vampírica, una nube de codicia en los ojos que, siguiendo la doctrina del shock que ha popularizado Naomi Klein, aprovecha la catástrofe para hacerse con recursos y propiedades. En Qatar se ha convocado una para ayudar a Libia, como complemento a la gira recaudatoria que Mahmud Jibril y otros miembros del Comité Nacional de Transición (CNT) están llevando a cabo. Hay algo de tristeza bajo la alegría que sentimos por la deposición de Gadafi. Hay la sospecha de que volvemos a la vieja doctrina del "primero petróleo luego democracia". Los gestos de Italia como antigua metrópoli y la irrupción huracanada de Francia con la petrolera TOTAL a la cabeza, nos hacen sospechar lo peor.

Se palpa una impaciencia por conseguir contratas y explotaciones, muy similar a la que había tras la caída de Saddam. En octubre del 2003, en Madrid, tuvo lugar un gran aquelarre de donantes. Junto a los estados, más de 330 grandes empresarios se repartieron la piel del oso antes completar su caza. Recuerdo la impaciencia grandes empresarios españoles que se sentían, foto de las Azores mediante, con derecho al pastel. Ocurrió entonces como pasa ahora con el euro. Se pensó que primero debía ir el mercado y luego la política y ni uno ni otra consiguieron imponer sus argumentos.
Libia tiene pocos ciudadanos. La mayoría de su población vive regida por alianzas tribales y familiares por lo que la representatividad es un tema complejo y de lenta decantación. Fingir que con unas rápidas elecciones se ventilan las aspiraciones del pueblo y que ya podemos empezar a perforar, es meterse en un nuevo avispero. Sé que Europa está en crisis y necesita cash pero no podemos permitirnos fastidiar las fantásticas perspectivas de una orilla sur del Mediterráneo en libertad y paz por una cansina ansia petrolera.

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