Antonio Baños

Árboles y aserraderos (sobre El árbol de la vida de Malick)

Han estrenado la última película de Terrence Malick, El árbol de la vida. Una historia emotiva y reflexiva rodada con una rara maestría. A ratos, es cierto, se convierte en una ida de olla pero se trata de un ensayo de alto nivel intelectual: filosofía con emoción. La tesis de El árbol de la vida es tan vieja como el pensamiento griego. Se trata, y perdonen que me ponga estupendo, de la lucha entre physis y nomos. Entre lo natural y lo normativo, lo racional. En los idílicos años 50, una pareja forma una familia. Jessica Chastain representa physis, la naturaleza. La naturaleza no juzga ni sanciona, incorpora. Es mutable pero siempre idéntica a sí misma. La naturaleza es inefable, no se explica: es. El físico Richard Feynman ya dijo "Espero que todos puedan aceptar la naturaleza tal y como es, absurda"

En la película, la madre apenas habla porque lo natural no tiene discurso, exhibe contingencia. Al otro lado, Brad Pitt, el padre, representa las obras de la razón. Trabaja como ingeniero e intenta, como decía Marx: "Obligar a la naturaleza a ceder terreno" Además es un músico notable. O sea, que pretende también ordenar y dar sentido al tiempo. Por supuesto, todo en el personaje de Pitt es discurso. Da consejos, normas, leyes, explicaciones. La infancia de sus hijos, el paso de lo natural-infantil a lo reglado-adulto nos muestra el fracaso hondo de la utopía moderna.
Es un film de tremenda actualidad intelectual. Lo natural es hoy malinterpretado como lo ecológico. Se protege pero no se entiende su espíritu. Lo que nos aconseja sabiamente este ex profesor de filosofía del MIT, es que demos espacio en nuestra mente a aquello que no tiene argumentos, que huye de causalidades. En este inmenso flujo de realidad despreciada ("la gracia" como le llama Malick) se encuentran soluciones a la desazón moderna. Una vida planteada, como la película misma, desde lo contemplativo. Admirados de las maravillas del mundo más que empeñados en la inútil lucha por su control. Esta forma de acercamiento natural a la realidad, que algunos han llamado panteísta, es mucho más que la hojarasca conservacionista. Se trata de superar el fallido proyecto ilustrado de dominio de la naturaleza por un dejarse acompañar por ella. Sólo con esta nueva visión muchas de nuestras angustias se resolverían por si solas pues, como dijo Spinoza: "Los milagros suceden según el curso ordinario de la naturaleza"

Más Noticias