A ojo

‘Vae victis’

El Consejo de Seguridad de la ONU acaba de dar permiso, cuando escribo esto, para atacar al coronel Gadafi en Libia. ¿Para que lo ataque quién? Los ingleses, los franceses: los principales promotores del ataque, que han sido a la vez los principales proveedores de armamento del dictador libio. En la votación hubo cinco abstenciones, y para lograrlas los otros diez participantes tuvieron que prometer que no habría ni invasión ni ocupación del país. La delegada de los Estados Unidos advirtió, piadosamente, que el único objetivo del todavía vago ataque es sólo el de "proteger las vidas de civiles inocentes". Así que todo depende de quién gane la breve guerra civil, que por lo visto van ganando las tropas de Gadafi.
Pero gane quien gane, cuando como en la frase famosa de un sanguinario arzobispo medioeval "Dios reconozca a los suyos", una cosa quedará en claro: que los guerreros países del Consejo, y aún los prudentes abstencionistas –Rusia, China, Brasil, la India, Alemania–, se pondrán del lado de quien haya sido reconocido por el dios de turno como dueño de turno del petróleo de Libia. Aceptarán al hijo de Gadafi (y tiene ocho) como durante 40 años aceptaron al padre. Ocho gadafitos, como hay hoy un kabilita joven en el Congo del derrocado presidente Kabila, derrocador a su vez del durante 40 años aceptado presidente Mobutu. El modelo, ya antiguo, es España, donde durante 40 años gobernó sin problemas con la ONU el vencedor de la guerra civil local.

En cuanto a los rebeldes, serán abandonados a su suerte de vencidos: "Vae victis". Pero no es necesario remontarse a los tiempos remotos de la república romana para encontrar ejemplos de cómo son las cosas. No hace mucho, con el pretexto del petróleo de Kuwait, el presidente norteamericano Bush (padre) incitó a los kurdos de Irak a levantarse en armas contra el tirano Sadam Husein. Y cuando lo hicieron los dejó frente a la represión "colgados de la brocha", como en el chiste cruel del pintor de techos a quien su ayudante le retiró la escalera.
Pero que se cuiden también los hijos de Gadafi, si es que ganan, por muchos ocho que sean. A Sadam Husein de Irak el presidente norteamericano Bush (hijo) lo mandó ahorcar como castigo por haber reprimido a los kurdos con las mismas armas químicas que los norteamericanos le habían vendido.

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