A ojo

La derecha

En los países del mundo en los que no hay elecciones, que son la mayoría, manda la derecha. Dictadores militares o de partido único, coroneles o generales o simples comandantes, jeques, ayatolás, sultanes, reyes, no de opereta, sino de tragedia griega, bañados en sangre humana. China o Arabia Saudita, Corea del Norte, o Cuba, o Birmania, o Gabón, o el Irán.
En los países en que sí hay elecciones, pero son fraudulentas, también manda la derecha. Son "repúblicas bananeras" (aunque sean petroleras o auríferas) en el sentido en que fue inventado el término para designar a las que dependían de la empresa United Fruit (la "mamita Yunai" de las novelas de Miguel Ángel Asturias) en las que el voto popular se compra o se falsea según los intereses de una plutocracia o de un imperio. Grandes potencias como Rusia, poblada de almas muertas como en la novela de Gogol, o pequeños países como la Guatemala del propio Asturias.

Y en los pocos países del mundo en donde además de haber elecciones las elecciones son limpias, manda, también, la derecha. Y, con la crisis, más. Italia, por ejemplo, donde una y otra vez vuelve al poder el payaso de Silvio Berlusconi. La India dinástica de los Ghandi. El Israel de Bibi Netanyahu. La Gran Bretaña, que a la izquierda arrepentida de los "nuevos laboristas" de Tony Blair prefirió la derecha sólida de los viejos tories de David Cameron. Francia, que, no contenta con la derecha relativamente moderada de Nicolas Sarkozy, está a punto de echarse en los brazos de la ultraderecha de Marine Le Pen, cuyo Frente Nacional crece y crece en las encuestas y sondeos de opinión. Los Estados Unidos, en donde la levísima corrección hacia el centro izquierda que, en la política interior al menos, representaba el demócrata Barack Obama se está viendo arrollada por la marea creciente del republicanismo hiperderechista del Tea Party.
De los países en donde mandan los ejércitos o un imperio extranjero la deriva hacia la derecha se entiende: coincide con sus intereses. Pero en los otros, en ese puñado de países democráticos en donde el voto popular existe y cuenta, parece incomprensible. La izquierda ha sido siempre decepcionante, es cierto: esa es su manera de ser. Pero ¿creen de verdad los ciudadanos comunes y corrientes que la derecha va a sacarlos del hueco en el que ella misma los metió?

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