A ojo

Sucesores

En Costa de Marfil Laurent Gbagbo, tras perder las elecciones, se negó a reconocer eso que llaman "el veredicto de las urnas" y tuvo que ser echado de la Presidencia por las armas de las tropas neocolonialistas de Francia al cabo de una corta pero cruenta guerra civil. De ese melodrama sangriento estamos viendo ahora la repetición en Colombia, esta vez en trama de pura comedia (como advirtió Marx), el caso clínico del expresidente Álvaro Uribe, que no es que se niegue a irse del poder –ya se fue– sino que parece convencido de que no se ha ido; y controvierte por Twitter todas las iniciativas de su sucesor y exministro, el actual presidente Juan Manuel Santos. Soljenitsyn decía, egomaníaco, que "un gran escritor es un gobierno paralelo". Tal vez. Pero ¿un twittero?

Lo cierto es que Santos no se ha esforzado mucho por evitar el estallido de una docena de escándalos generados en el gobierno de su antecesor: más bien al contrario. Pero lo que ha colmado la copa del rencor de Uribe hacia su sucesor es, increíblemente, incluso en un país tan obsesionado con el verbo como es Colombia, un problema semántico. Resulta que Santos acaba de decir, como de pasada, que "hace rato que en Colombia hay un conflicto armado". Cosa que salta a los ojos de cualquiera desde que hace 50 años se alzaron en armas contra el Estado las primera guerrillas, pero que el expresidente Uribe niega en redondo. Según él, y de acuerdo con la "doctrina Bush", lo que hay no es un "conflicto", sino simple "terrorismo". (O "narcoterrorismo"). Por lo cual se ha puesto a trinar por Twitter, como loco, que no y que no y que no. Que "no puede ser que la ley reconozca conflicto con terroristas narcotraficantes que atentan contra la democracia". Y que "resolver los problemas sociales no implica legitimar la acción destructiva de los terroristas". Y que "sin necesidad de reconocer conflicto en nuestro gobierno se desmovilizaron más de 50.000 integrantes de grupos terroristas". Como si esa simple cifra –que por otra parte es falsa– no revelara a las claras la existencia del "conflicto armado" que el expresidente niega.
Parece una tontería. Pero ilustra la sabia reflexión de un emperador del ocaso del imperio romano llegado al trono, como casi todos ellos, tras asesinar a su antecesor: "Lo que no se puede es asesinar al sucesor".

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