A ojo

Las lluvias

Los españoles no entienden, no conciben la existencia del trópico. Tienen la vaga idea de que aquí (escribo desde el trópico) todo es al revés: las corridas de toros se dan en diciembre, etc. Y preguntan si es, pongamos por caso, el mes de agosto: "Pero allí estaréis en invierno ¿verdad?" O aseveran, si corre enero: " Pero allá estáis en verano, desde luego". Y no es así. Cuenta V.S. Naipaul que sólo en el siglo XVIII descubrieron los españoles que en la isla de Trinidad, en el mar Caribe, colonizada por ellos desde doscientos años antes, hacía calor todo el tiempo.
Y es que en el trópico, en esa vasta faja que circunda el planeta desde México, Argelia y Vietnam en el hemisferio Norte hasta Chile, Suráfrica y Australia en el Sur, no hay estaciones en el sentido europeo de la palabra: el de las cuatro de Vivaldi. Sólo hay dos: el invierno, que es como los habitantes del trópico llamamos a la época de las lluvias, y el verano, que es el nombre que recibe el período más o menos seco. Eso depende ya de muchos factores atmosféricos, de vientos y de temperaturas y de corrientes oceánicas, y se ha complicado con el cambio climático que descabala los fenómenos del Niño y de la Niña, demasiado largos de explicar para explicarlos aquí. Estamos ahora en plena Niña terrible, y en ella seguiremos, según los meteorólogos, un par de años más. Lloverá a cántaros.

Aquí en Colombia, sin ir más lejos, está lloviendo sin parar desde hace un año. Aguaceros torrenciales que duran semanas enteras, como en los tiempos del Arca de Noé. Los ríos crecidos por la lluvia se han desmadrado llevándose pueblos y barrios pobres y ricos de las grandes ciudades. Las montañas se derrumban aplastando casas y carreteras. La amplia Sabana de Bogotá, verde y frío valle plano en las alturas de los Andes, está del todo inundada. Como lo estuvo, se dice, hace treinta mil años, en los tiempos legendarios en que vino el gran legislador Bochica a desaguarla rompiendo los peñascos con su vara de oro para a continuación enseñarles a los chibchas las artes de la agricultura. Las lluvias dejan ya casi quinientos muertos y más de tres millones de personas que han perdido sus casas. Y sigue lloviendo.
Desde España me dicen mis amigos españoles: "Ah, claro: serán los típicos chubascos de primavera. Porque allí estaréis ahora en primavera ¿verdad?

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