A ojo

Se quedan

Tras el asesinato de Osama bin Laden –la "misión cumplida", como dijo prematuramente el presidente George W. Bush cuando invadió Irak– a su sucesor Barack Obama le están dando muchas ganas de salirse del berenjenal de la guerra en Afganistán, que a su país le cuesta mucho en sangre y no poco en dinero: nada menos que 2.000 millones de dólares por semana. Por eso acaba de decir lo siguiente:
–Al matar a Bin Laden y quebrar el ímpetu de los talibán hemos logrado mucho de lo que nos propusimos lograr hace diez años.

Pero está pensando con el deseo, como lo hacía Bush cuando anunciaba lo de la "misión cumplida". Porque los 100.000 soldados norteamericanos que hay en Afganistán (más los británicos y otros cuantos) no se pueden retirar dejando a sus espaldas la derrota: el Gobierno débil, corrupto y cada vez menos leal a sus aliados de Hamid Karzai, sin policía ni ejército que sirvan, rodeado por los talibán de nuevo en auge (y no quebrados, como quisiera Obama). Así lo ha advertido el general David Petraeus, comandante de la última etapa de la guerra afgana y ya nombrado, para septiembre, director de la CIA: si los aliados se retiran, todo se derrumba.
En cuanto a Irak, en donde también Petraeus fue comandante en jefe y también, en teoría, ganó la guerra, lo mismo. Si como está previsto sale a fines de este año el grueso de las fuerzas norteamericanas de ocupación (50.000 hombres), todo se derrumba. Pues el Gobierno de Nuri al-Maliki será incapaz de mantener el orden ante la violencia armada de los chiítas respaldados por Irán (el ejército clandestino de Muqtada al-Sadr) y las protestas masivas del brote de la "primavera árabe" que también a él se le viene pierna arriba. Se habrá perdido allí también la guerra. Y, como consecuencia, Barack Obama no ganará la reelección. Tal y como en su momento le pasó a Jimmy Carter.
Porque la lógica propia del pesado aparato del Imperio se impone siempre sobre los deseos del emperador reinante, por sinceros que estos sean. El candidato del "sí podemos" que prometió tantas cosas no ha podido cumplir ninguna, y el que despertó tantas esperanzas todas las ha hecho trizas. De modo que los soldados norteamericanos no se van a ir a su casa. Ni de Afganistán, ni de Irak. Ni de Libia tampoco. Así que si Obama heredó dos guerras su sucesor tendrá que heredar tres.

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