A ojo

Armas

La revista británica The Economist tiene una calidad fundamental: escribe de frente sobre temas que otros medios de prensa, tanto de derecha como de izquierda –y más aún si son "de centro"–, tratan con las pinzas asépticas de la corrección política. Así, lo ha hecho muchas veces sobre la legalización de las drogas: una propuesta que aún hoy muchos no se atreven ni a mencionar. Y así acaba de hacerlo la semana pasada sobre otro asunto delicado, dedicando un largo artículo a discutir los pros y los contras militares, políticos, legales y éticos del uso de nuevas armas. En este caso, de los "drones" (moscardones): esos aviones sin tripulante manejados a control remoto que sirven para matar enemigos desde la Florida en el lejano Pakistán , o desde Tel Aviv en Gaza, o desde el cuartel general de la OTAN en Libia. Sin mancharse los dedos.
El pretexto para el artículo de The Economist es el asesinato con moscardón del predicador de Al Qaeda Anwar al Aulaqi en el desierto de Yemen. Es sólo un caso entre muchas docenas. Pero es que resulta que al Aulaqi era de nacionalidad norteamericana, y por eso su asesinato en Yemen ha despertado ciertas críticas. (El de sus acompañantes yemenitas no).

Señala la revista que el problema se complica porque pronto los moscardones podrán tener inteligencia artificial que les dará autonomía para decidir matar por su propia cuenta, sin intervención humana, así sea remota. Y dice que eso sucederá "si pueden resolverse ciertas cuestiones legales y éticas".
Añado yo por mi parte: se resolverán sin dificultad. Pues no se ha dado nunca en la historia (ni en la prehistoria) el caso de que un arma nueva y eficaz no haya sido utilizada, así en el primer momento su invención haya despertado inquietudes legales y éticas. Sucedió con la bomba atómica; con los gases venenosos de la Primera Guerra Mundial; con la ametralladora, que por lo visto le pareció inhumana a Napoleón; con la ballesta, invención diabólica en opinión de muchos prelados de la Iglesia medioeval. Tal vez sucedió también –aunque no lo sabemos– cuando en la edad de bronce la espada sustituyó al hacha de piedra del hombre neolítico. Las armas sólo han dejado de usarse cuando han sido reemplazadas por otras. ¿Más inmorales? ¿Más ilegales? No importa: mejores.
De modo que los ingeniosos y terribles moscardones tienen futuro.

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